Este Búho se sorprendió el domingo pasado al ver un buen reportaje en ‘Cuarto poder’ de una estafadora boliviana que usaba las redes sociales para enamorar a gente de buen poder adquisitivo y luego sacarle miles de dólares. Consuelo Rivero Hoyos lucía muy guapa en sus perfiles, se hacía pasar por una exitosa abogada y cuando conocía a su ‘víctima’ pagaba la cuenta del lujoso restaurante en su primera cita. Era la mujer perfecta.

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La verdad es que la inescrupulosa dama había estado presa en su país por estafa. Por eso en la madrugada volví a ver uno de los más exitosos documentales de Netflix, ‘El estafador de Tinder’. Francamente me resisto a creer que en estos tiempos puedan darse este tipo de casos, pero se dan, como el que nos muestra este exitoso largometraje, que al menos tendrá algo de bueno y permitirá que miles de incautas ya no caigan en la red de algunos estafadores como el israelí Simon Leviev.

La modalidad delictiva de ‘la estafa’ es tan vieja como el mar y nos la presenta este nuevo filme que comienza con la historia de Cecilie Fjellhoy, una guapa estudiante de posgrado noruega, de 29 años y que vive en Londres. Ya está a punto de ingresar a la base tres y, como tantos hombres y mujeres en ese periodo, piensa que ‘se le está yendo el tren’ y se pone ‘al borde de un ataque de nervios’, y no busca el amor en su cotidiana realidad citadina, sino más bien frente a una computadora o smartphone, ojeando el aplicativo de citas online Tinder.

Aquí todo entra por los ojos y unas líneas sobre sus intereses. Pero ya sabemos que el rostro de un cincuentón puede parecer de treinta con un buen photoshop. En una primera cita decepcionante, una mujer puede desechar a ese candidato tramposo y borrarlo de su lista en Tinder. ¿Pero qué puede hacer si tiene ante sus ojos a Simon Leviev, hombre guapo, exitoso, que tiene el tipo de estilo de vida que los estudiantes graduados no suelen disfrutar? La lleva a restaurantes carísimos, la hospeda en hoteles de lujo y hasta la traslada en aviones privados. Pese a que es un ganador, Simon se muestra ‘vulnerable’. “Era el tipo de persona a la que quieres salvar”, comenta Cecilie. Su ‘novio’ le dice que es hijo de un multimillonario comerciante de diamantes llamado Lev Leviev.

Es un negocio lucrativo pero difícil, que puede ponerlo en dificultades. Le cuenta que ‘tiene misteriosos enemigos’. Al poco tiempo, recibe una videollamada. Simon le revela que sus ‘enemigos’ quieren ‘eliminarlo’ y muestra a su corpulento guardaespaldas con la cabeza rota. “Mi amor, no puedo utilizar mis tarjetas de crédito porque me pueden rastrear” y le pide a Cecilie que saque una tarjeta de crédito American Express, con la que pueda pagar cosas para despistar a esos enemigos.

“El israelí construía sus delitos como una pirámide”

La ‘contrata’ como empleada en su ‘empresa’ y le envía una constancia de trabajo donde acredita que gana un suculento sueldo. Con esta prueba, American Express (Amex) le aumenta el límite de crédito sin problemas. Muy pronto Leviev le pedirá ingentes cantidades de dinero hasta llegar a la suma de 250 mil dólares. Todo había sido un engaño. En realidad, Simon es Shimon Hayut, un estafador israelí.

El timo ha sido muy bien planeado. Para dar credibilidad a su operación, cambió su apellido por el de Leviev. Cuando la estudiante se da cuenta de que está siendo estafada, Leviev ya ha encontrado otra víctima, la sueca Pernilla Sjoholm, muy parecida a Cecilie. El estafador sabe escogerlas muy bien y las prefiere rubias. Como descubriremos, Simon también tiene antecedentes: cumplió tres años de cárcel en Finlandia por fraude. Finalmente, las mujeres ayudan a la policía a montar la operación para atraparlo. No cuento más para evitar spoilers.

El israelí construía sus delitos como una pirámide. Con el cuarto de millón de la noruega comenzó a seducir a la sueca Pernilla, a la que invitó a un viaje de placer en jet privado y recorrió en yate las islas griegas. Con toda esa ostentosa afición a los jets privados, yates, relojes de oro y ropa de diseñador, las rubias cayeron rendidas a sus pies. El documental se pone bueno cuando Pernilla decide confrontar al estafador, pese a que debió ser Cecilie por ser a la que esquilmó más.

Cuando le cierran el caño de sus finanzas se pone como una fiera acorralada y surge el verdadero criminal, quien olvida sus fingidos modales aristocráticos y deja desquiciados mensajes de voz. Suena aterrador, como un psicópata al límite. Cecilie Fjellhoy, en particular, estuvo al borde de un ataque de nervios por el engaño y todavía le costaba hablar de su experiencia sin llorar. El final de la película es agridulce, pero no lo contaré. Simplemente les digo que antes de tener su app de citas deben ver obligatoriamente este documental. Apago el televisor.

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Cómo operaba la estafadora de Tinder
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