Este Búho, después de estar más de cuatro lustros escribiendo diariamente una columna, siente que esta es la más triste que le ha tocado redactar. Conversé con uno de los policías que investiga , en Ayacucho. Me contó lo que se ve en los videos grabados con dos celulares incautados a miembros de esa gavilla de salvajes. Me pongo en la piel de los progenitores de la infortunada adolescente. No me atrevería a recomendarles ‘resignación’, ‘esperar justicia en el Poder Judicial’. Les diría que exijan, se movilicen, para reclamar la condena más severa: cadena perpetua para los violadores mayores de edad. Aunque en el fondo de mi corazón y si pudiera tener algún poder, decretaría la ‘pena de muerte’ para esos desgraciados.

¿Y saben por qué lo digo? Pues uno de los malditos, que violó a la joven, se paseaba muy campante por la ciudad, ni siquiera tenía remordimientos para esconderse o fugar. Julio César Campos Aguilar, de 18 años, un psicópata, digno caso para la serie ‘Criminal Minds’, fue detenido porque llevó a otra menor de edad a un hostal e intentó violarla. La chica logró fugar y llamó a la policía. ¿Qué está pasando en Ayacucho? Hace unos meses, el hijo de un regidor salió calato de un hostal para pegar y llevar de los pelos a su pareja, porque se escapó de la habitación, debido a que no quería tener sexo con un borracho con ‘delírium trémens’. Para colmo, una jueza lo dejó en libertad, ya que consideró que eran ‘lesiones leves’. Este columnista piensa que desde allí hay un problema muy grave, cuando la propia justicia se pone de parte del agresor de mujeres, del violador.

Este hecho no es aislado. Cuando explotó el caso, dos padres de familia denunciaron que esos mismos violadores habían ultrajado a sus niñas. Con la misma modalidad. Una ‘amiga’ de las víctimas, las invita a una ‘fiesta’. Allí hay chicos menores de edad, así que la adolescente no desconfía, pero en esa reunión están las hienas, como Campos Aguilar, otros de diecinueve hasta de veinte o más, que son los que introducen los somníferos en el trago de la víctima. Lo que contaron los padres de las dos chicas es gravísimo: ‘El 24 de agosto días antes de la violación de la quinceañera mi hija y su amiga fueron violadas en la casa de un muchacho de 17.

Mi hija llegó mareada y sangrando. Fuimos a la comisaría a denunciar y nos dijeron que volvamos mañana’. ¡¡Por favor!! El ministro del Interior debería tomar cartas en el asunto en persona. No me imagino algo peor que ‘monstruos’ violen en grupo a una menor de edad y esta muera después de terribles sufrimientos. Hay un detalle todavía más terrorífico. La ‘amiga’ de la quinceañera, quien la llevó a la casa del violador, también es menor de edad, y mientras ocurría el abuso, ella inmutable, grababa la barbarie con celular. Aquí me debo preguntar: ¿Quiénes son los padres de este ‘Clan de Charles Manson’ de los Andes? Bueno, me dirán, son hijos de hogares disfuncionales, padres ausentes, borrachos, lumpen, bla, bla, bla.

Pero allí viene otra pregunta fundamental: ¿Qué papel juega el colegio en la formación moral y de valores en el estudiante? Porque los padres trabajan, los hijos más tiempo pasan en el colegio, allí uno se entera de todo. Recuerdo esa gran película de Brian De Palma, ‘Carrie, extraño presentimiento’. La maestra de Educación Física sí se preocupaba de una chica con serios problemas como Carrie. Ahora, los profesores de la escuela pública solo saben protestar porque van a elevar el número de horas de clase. Si yo fuera director del colegio de las chicas ultrajadas y esos violadores con uniforme único, renunciaría de inmediato. Consideraría que he fracasado, que me convertí en un director de un colegio donde hay ‘monstruos’ y yo ni enterado. El sistema parece estar podrido. Apago el televisor.

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