Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un tallarín saltado jugosito con carne, perejil picadito y, para tomar, una jarrita de emoliente con cebada. “María, sentí pena cuando vi en los noticieros el video de una mujer policía que, en una calle de Juliaca, en Puno, a un conductor ebrio. Las imágenes las grabó el hijo pequeño del chofer, porque se dio cuenta que algo malo pasaba. El video es demoledor, pues la agente no deja dudas de sus intenciones y trata de asustar a su víctima hasta con el uso de jerga: ‘Dame dos azules (dos billetes de 100 soles). Si quieres no más, sino también no, por eso yo te digo, no te queremos llevar a la comisaría porque para ti va a ser difícil (…). Esto no es una infracción simple, esto es delito. Puedes llegar hasta la cárcel por conducir en este estado, esto es cana (cárcel). Tú sabes, todo conductor sabe’. El fiscal pidió nueve meses de prisión preventiva para la suboficial y ayer un juez ordenó que la encierren durante siete meses en un penal, mientras dura el proceso. La acusada fue trasladada de inmediato a prisión, ante las protestas y el llanto de sus familiares presentes en la audiencia judicial.

Una lástima, pues no solo avergüenza a sus seres queridos, sino que el daño que le hace a las policías femeninas de nuestro país es grande e irreparable, pues ha roto la confianza que muchos peruanos sentían por ellas. En el Perú estamos acostumbrados a ver policías corruptos, pero siempre varones. A las mujeres las consideramos más honestas y rectas. Tanto, que muchas veces han sido agredidas por energúmenos choferes porque ellas ‘no aceptan transar’; es decir, no aceptan una coima y, muchas veces, se niegan a perdonar al que cometió la infracción. Esos conductores, acostumbrados durante años a salirse con la suya, entregando por lo bajo algún billete y hasta monedas a agentes varones, pierden el control cuando se topan con una policía femenina inflexible. Pero los peruanos no podemos perder la fe en nuestros policías, hombres y mujeres. Porque la mayoría son honrados, respetan su uniforme y se esfuerzan por cumplir con su trabajo, pese a todas las dificultades. Por ellos, y porque los peruanos merecemos volver a confiar en nuestros policías, y a quererlos, es que el gobierno debe iniciar una limpieza a fondo en la Policía Nacional. Porque no se trata solo de los guardias en patrullero que piden dinero a los taxistas, sino de que el comisario, que es su jefe, muchas veces les exige una cuota (ahora de unos 200 soles) por salir a las calles con carro policial. Así, obligando a los honestos a delinquir, se perpetúa el círculo vicioso de la corrupción”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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