El Chato Matta llegó al restaurante por un chanchito al cilindro bañado en cerveza. Lo acompañó con papitas doradas y ensalada de pepino, tomate y lechuga. Para beber, pidió una tacita doble de anís para bajar la grasita. “María, mi hermano Pancholón me mandó un mensaje de ‘wasap’. ‘Chatito, deja todo y vente al sauna privado. Hay un reservado para nosotros sin sapos rabiosos ni ‘largadores’. Llegué volando para relajarme un rato y el gordito estaba sudando a chorros en la cámara seca. Al rato, pidió una botella de whisky etiqueta dorada y hielo. Ya estaba medio movido y calato se puso a cantar una salsa que se le ha pegado de ‘Zaperoko’: ‘Sigue así burlándote de mí/ Y un día pagarás este dolor/ con más dolor/ Y cuando llegue el día/ al verte de rodillas/ me burlaré de ti/ Será la revancha de mi amor/ así como me has hecho sufrir/ vas a sufrir/ Y aunque me veas llorando/ y aunque te vea llorando/ te gritaré que nooooo...’. Chatito, todos me ven ganador, con buena camioneta, dólares en el bolsillo, cadenón de oro en el cuello, pero a veces la procesión va por dentro.

Los médicos dicen que soy adicto al sexo y este mal es incurable. No puedo con mi genio y también sufro y lloro como el gran Héctor Lavoe en la soledad de mi cuarto. La vida de un mujeriego no es fácil. Vives estresado. En mi camino se cruzan locas, fuleras, centradoras y también envidiosos, drogos, hinchas, sonsos, puñaleros y mala leche. Soy barrio y puedo lidiar con todos, pero me paltean las locas porque son capaces de todo. ¿Te acuerdas de la psicóloga? Tú sabes que yo le pinté la cancha clarita. ‘Vivo con mi mujer, dormimos juntos y la amo, pero tú me gustas un montón y vamos pa’ La Habana’. No soy como esos sanazos que le dicen a la trampa ‘dormimos en camas separadas’ o ‘no pasa nada con esa bruja’. Ella me conoció así y me aceptó. Pero empezó a acosarme. Un día se averiguó el teléfono de mi casa y llamó haciéndose pasar por una vendedora de tarjetas de crédito. Chato, hace unos días decidí hacerle el amor por última vez. Cuando terminamos, en La Posada, le dije: ‘Mami, pasamos lindos momentos, pero ya no corre. Tengo problemas en mi casa. Eres una chica bonita, búscate un joven de tu edad’. ‘¡Te jodiste -me gritó-, soy una hija de su mamá, te vas a acordar de mí. Le voy a contar todo a tu mujer, ya la conozco!’ Me vestí y salí embalado. Llamé al doctor Chotillo para que me preste su casa de campo y esconderme unos días. La respuesta del doctor me sorprendió. ‘¡Pancho, tú me partiste con la mujer que más amé, la Burrier. Yo me iba a casar con ella y destruiste mi vida. Eso no lo olvidaré nunca. Te voy a pagar con la misma moneda. La psicóloga me gusta, cuando te ibas al baño, ella se me regalaba. Además, tú no la valoras’. Chato, la próxima semana te sigo contando, ahora salud por ellas aunque mal paguen”. Pucha, ese señor Pancholón es un tremendo sinvergüenza. Todavía se hace el mártir. Me voy, cuídense.

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