Pancholón la libró en la selva. (Foto: Shutterstock)
Seño María

El Chato Matta llegó al restaurante por un espectacular cebiche de bonito y su arrocito con mariscos bien jugosito, con queso parmesano encima y ajicito molido. Para calmar la sed, pidió una jarrita de chicha morada. “María, recibí una llamada de mi hermano Pancholón: ‘Chatito, acabo de llegar de Puerto Maldonado. Estoy en el privado del sauna recuperando energías. Vente urgente, pero no le digas nada a Chotillo, que siempre se va de boca y es largador’.

Lo encontré sudando con tremendo cadenón de oro que le colgaba en el cuello: ‘Causa, estuve en la selva por el caso del ‘Rey del oro’, que me mandó pasajes en primera clase, viáticos y un buen billete para que lo defienda en un juicio. Allí me recibió Karol, una venezolana mamacita que de frente me dijo: Papi, usted es un gordito bien lindo. Desde que la vi supe que esa mujer iba a ser mía’. ‘Es un honor tenerlo en nuestra ciudad, doctor Pancholón’, me dijo.

La hermosura ya era una peruana más y llegó en un pantaloncito que dejaba ver una cinturita hermosa. Nos llevaron en una 4x4 al mejor hotel de la ciudad y empezó la rumba con una salsita: ‘Tú eres mi sueño/ ay, que nadie me levante y entre tus sueños/ yo quiero enamorarte, no soy tu dueño, solo quiero abrazarte/ solo quiero abrazarteeeee’.

Cuando la tenía frente a mí sentía que hervía. Me contó que había sido Miss en su país y estudió Administración, pero se vino porque allá la cosa está horrible. La saqué a bailar, de frente le mordí la orejita y la agarré, sintiendo todo su cuerpazo junto al mío. No se despegó, pero me susurró al oído: ‘Acá no, doctor. Don Medardo, el patrón, tiene espías por todos lados. Salga por la puerta trasera del hotel, una camioneta roja de lunas polarizadas lo recogerá’.

Bailamos en un barcito a orillas de un río hasta el amanecer. ‘Pancho, hace tiempo que no estaba con un verdadero tigre como tú, mi pareja de tanta droga que se mete por la nariz no me hace ni cosquillas’, me dijo. Era como un sueño, pero al día siguiente me despertó una pistola en la cabeza. Eran dos tipos con pinta de colombianos de las series de Pablo Escobar. Me llevaron encapuchado. Al frente de mí estaba don Medardo, el patrón, un gordo como de 120 kilos.

Chato, te juro que me temblaron las canillas. ‘Ya fui’, pensé. Pero se me prendió el foquito, comencé a narrarle un partido de la selección colombiana, el histórico gol de Rincón a Alemania en el Mundial de Alemania 1990, con genial pase del ‘Pibe’ Valderrama, gol, gol, goooooooollll... El patrón se emocionó. Esa noche nunca la olvidaré. Nos llevaron a otro local y varias charapitas me envolvieron en sus cuerpos y pasé una noche loca. Regresé renovado a Lima’”. Ese Pancholón es un sinvergüenza, un día le va a pasar algo malo por mujeriego. Pucha, me voy, cuídense.María

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