Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un sabroso escabeche de pollo presa grande, huevito duro, aceituna, arrocito blanco graneadito y limonadita frozen. “María, es triste comprobar que la minería ilegal se extiende y ramifica como un cáncer agresivo por todo el Perú. El reportaje emitido el domingo por ‘Cuarto Poder’ debe avergonzarnos a todos los peruanos. 

Desde hace años, con sus monstruosas dragas, destrozan cientos de kilómetros cuadrados de la selva de , convirtiendo ese hermoso paraíso, en un lugar deprimente y sin vida. La Reserva Nacional de Tambopata es uno de los lugares más bellos del país y está siendo destruida sin que el gobierno haga nada para defenderla. Esas dragas son una verdadera maldición, pues alteran el cauce de los ríos y contaminan el agua con mercurio, cianuro y otros venenos usados para la extracción del oro. 

Donde hay una draga, es muy difícil que la vida continúe. El daño que le hacen al ecosistema es irreparable. Como si todo el daño que hacen fuera poco, los mineros ilegales no aportan un solo sol al Estado, pues al ser informales no pagan impuestos. Mucho menos dan beneficios a sus trabajadores, que en gran número son niños, a los que hacen laborar en condiciones indignas, pese a que esa sucia industria mueve cientos de millones de dólares. En el informe de TV se da cuenta que son 700 hectáreas las que están afectadas.
Día y noche rugen los motores de la angurria. 

La fiebre del oro, el falso sueño del desarrollo que enriquece a pocos y esclaviza a miles. Además, alrededor de las zonas de extracción ilegal del metal precioso siempre se forman asentamientos humanos, donde impera la violencia. Como no hay ninguna autoridad, esos lugares son ‘zonas liberadas’. Allí se cometen asesinatos y no pasa nada. La prostitución infantil es pan de cada día y muchas niñas son raptadas o llevadas con engaños para ser usadas como esclavas sexuales. María, la criminal deforestación que perpetran los mineros ilegales en nuestra selva es un atentado contra la humanidad. 

El Estado sigue sin poder detener a estos mineros ilegales, que no son ningunos pobrecitos (cada una de las dragas que usan para buscar oro, y que lo destruyen todo, cuesta unos 250 mil dólares), sino multimillonarios interesados en quedarse en la informalidad porque así se la llevan fácil, no dan sueldos adecuados, ni invierten en métodos de extracción limpios y mucho menos contaminantes. Solo un campamento minero ilegal puede albergar a más de cinco mil personas, que viven sin ley y sin garantías. Es el infierno en la tierra”. Pucha, escucho a mi amigo y me da mucha pena lo que pasa. Me voy, cuídense.

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