Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por su caldo de gallina criolla y huevo duro, tallarín saltado de pollo y, para tomar, jugo de papaya. “María, los peruanos estamos indignados por la orden de liberación de los asesinos confesos de Solsiret Rodríguez por parte de un juez del Callao. Es el colmo que pese a que confesaron los delitos (muerte y descuartizamiento), la justicia no los haya condenado aún. Se pasaron dos largos años desde el descubrimiento del cráneo y las extremidades de la madre de familia en una vivienda del Callao, y la sentencia tiene para rato. Solsiret desapareció misteriosamente el 23 de agosto de 2016, supuestamente tras salir de la casa donde vivía con el papá de sus hijas, Bryan Villanueva. Los asesinos se quedaron con su celular y desde ahí mandaban mensajes de que se hallaba por viajar al norte con una amiga. No fue sino mucho después que la Policía halló su cuerpo desmembrado en el patio de su casa en el Callao. Algunas partes las arrojaron a la calle. Horrendo.

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