(GEC)
Seño María

Mi amigo Gary llegó por un cebiche de corvina con su leche de tigre, de entrada, y su arroz con mariscos como plato de fondo. Y para la sed, una jarrita de chicha morada al tiempo. “María, recuerdo que hace décadas los profesores hacían formar en fila a sus alumnos para tomarles examen oral y el que salía jalado recibía un paletazo en la mano, un cocacho, un jalón de orejas o un librazo con un Baldor de tapa gruesa en la cabeza. Hasta se decía que ‘la letra con sangre entra’.

Nadie reclamaba, ni los alumnos ni los padres, quienes aceptaban que a sus hijos les apliquen esos castigos ‘por su bien’. Pero los tiempos han cambiado. En las redes sociales se ha desatado una ardua polémica por la sanción contra un profesor arequipeño por agarrar a paletazos a 18 alumnos que no hicieron la tarea. Fue denunciado, detenido por la policía, y la Fiscalía, que lo investiga por lesiones leves, pidió para él 7 meses de comparecencia restrictiva y el pago de dos mil soles de caución a favor del Estado.

Encima, el área regional de Educación lo ha separado del cargo. El maestro vive una pesadilla. Sin embargo, de los 18 escolares agredidos, solo tres insistieron en la denuncia y muchos padres de familia del colegio fueron a darle su respaldo y solidaridad al docente, quien los abrazó y empezó a llorar.

Según los especialistas, en vez de esos castigos físicos y psicológicos, se debe aplicar la disciplina proactiva, es decir, que se anticipe a los problemas. Este método proporciona orientación, se centra en la prevención, mejora la comunicación, modela el respeto y abarca las consecuencias naturales de la conducta. Así, los maestros deben enseñar imparcialidad, responsabilidad, habilidades para la vida y resolución de problemas en general.

Afirman que tratar de cambiar un comportamiento con un castigo es como cortar la mala hierba solo desde la parte superior. Si no se llega a la raíz, la mala conducta podrá aparecer nuevamente. El castigo físico puede, incluso, provocar una respuesta de miedo en el cerebro. Por lo general, la indisciplina de un alumno tiene su origen en el hogar, en la manera en que ha sido formado por sus padres, con la ausencia de valores como la responsabilidad, el orden, la honestidad y otros muy importantes.

Por eso, el profesor debe dialogar permanentemente con sus alumnos y también con sus padres, a estos no solo debe llamarlos cuando hay problemas. Esto no quiere decir que no debe haber castigos, pero sin recurrir a la violencia ni física ni psicológica. Van desde la amonestación verbal, tareas exclusivas relacionadas con la falta y otros que pueden reprimir o moldear conductas, pero sin hacer daño”. Mi amigo Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

tags relacionadas

NOTICIAS SUGERIDAS

Contenido GEC