Este Búho siente que el huaico que embarra a la clase política de este país provoca indignación y repugnancia en la ciudadanía. Como lo comenté hace unos días, me pongo a pensar en los miles y miles de honrados padres de familia que se sacrifican a diario para dar alimento y educación a sus hijos. Aquellos que en este ardiente verano deben soportar horas de calor por sueldos que apenas les alcanzan para sobrevivir. ‘Búho, es realmente repugnante todo lo que se está conociendo de nuestros políticos. Espero que la justicia se comporte a la altura de las circunstancias y no se someta ante los poderosos. Los culpables de recibir millonadas se han burlado del pueblo y merecen castigo’, me dice un lector. Llego a mi casa antes de la medianoche, me doy un baño de agua fría y me voy a ver . No puedo evitar pensar en la serie norteamericana , que me dejó con la boca abierta desde la primera vez que la vi. 

Para los que no han disfrutado ‘House of Cards’, la protagoniza el gran Kevin Spacey, ganador del ‘Globo de oro’. La produjo junto a un gran director como David Fincher (‘Seven’, ‘El club de la pelea’, ‘Zodiaco’). Nunca he visto una serie que sea tan corrosiva con los intríngulis del poder y sus tentáculos. La política en Washington es tan sucia que el diputado más ‘inocente’ de la serie es un alcohólico y coquero que viaja a Tailandia para acostarse con prostitutas jóvenes y engaña a sus electores y amigos de su ciudad, que lo eligieron para que presente un proyecto a fin de reflotar un astillero. ¿Algún parecido con la realidad? 

Pero Francis ‘Frank’ Underwood (Spacey) es el centro de las intrigas y tejedor de maldades y siniestradas en el Partido Demócrata en el poder. Es un antiguo diputado por Carolina del Sur, que maneja entre bambalinas a su bancada y logra que su candidato sea elegido presidente, con la promesa de nombrarlo secretario de Estado, pero el mandatario electo lo ignoró. Decepcionado, humillado, encolerizado, llega a su casa, donde su bella esposa Claire (Robin Wright), al verlo derrotado, le recrimina: ‘No eres el hombre del que me enamoré. ¿Dónde está tu carácter? Ponte los pantalones y lucha por lo que te mereces’. Frank, al día siguiente, enfila sus baterías contra los que considera un obstáculo para sus objetivos: Quiere llegar a la presidencia. 

Su primera víctima es el vicepresidente. Insisto, parece una serie sobre la política peruana. Pero el protagonista no podría armar su juego sin la ayuda de una periodista jovencita, bella y ambiciosa: Zoe (Kate Mara), quien lucha para ser tomada en cuenta por el editor del periódico y encuentra en Underwood a su ‘Garganta profunda’, que le suministra ‘carnecita confidencial’ del Gobierno y el Congreso. Claro, pero a diferencia del que ayudó a los periodistas del caso Watergate, Frank le da las primicias que le convienen y contribuyen a seguir tumbándose a sus enemigos. Así, Zoe también logra sacar al editor del diario al ganarse la simpatía de la dueña por sus primicias y porque se negó a revelar su fuente. 

Cuando el editor la bota, ella lo acusa de haber llamado ‘cabrona’ a la dueña del periódico, y es echado. Zoe se va a trabajar a un medio digital, donde sigue bombardeando con las ‘primicias’ de Underwood, quien así se va tumbando a sus rivales y hasta se enfrenta al presidente. Es una mezcla de Montesinos y Maquiavelo. Tiene frases célebres que las pronuncia hablándole al televidente: ‘El dinero puede ser una gran mansión en Sarasota, que empieza a derrumbarse en diez años. El poder es una sólida construcción de piedra que perdura por siglos’. 

Esa relación poder-periodismo, con fines oscuros, me hace recordar a ciertos responsables de comunicaciones que andan por las sombras en ‘conciliábulos con periodistas’, y que les encanta estar apretujados por los tentáculos del poder. Al final, Underwood asesina a Zoe tirándola a los rieles del metro. Pero la cuarta temporada de ‘House of Cards’ es alucinante. Underwood está luchando en las primarias para ser reelegido frente a una política de polendas, Heather Dumbar. Pero tiene un tremendo problema. La ‘sociedad conyugal’, ese ‘monstruo de dos cabezas’ que logró articular con su esposa, se ha destruido. Si en las tres temporadas fueron una maquinaria para destruir a sus adversarios y conseguir más poder, en la cuarta, su esposa se vuelve su enemiga. ¿Por qué? Por ambición de poder. Frank pensó que había algo más que intereses subalternos en la relación con la bella rubia, pero se equivocó. 

Cuando Claire se dio cuenta de que su esposo ya no repartía la torta de poder de manera equitativa con ella, sencillamente se cambió de bando. Nunca hubo amor en ese matrimonio, fue simple y llanamente un juego de intereses. Frank también orquesta una emboscada contra un periodista que sabe todas sus cochinadas, Lucas Goodwin, al que llega a meter en la cárcel. Sin el apoyo de Claire, el todopoderoso presidente y precandidato parece irse al abismo. ¿La situación les parece familiar? Muy buena serie. Se las recomiendo. Apago el televisor.

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