El Chato Matta llegó al restaurante por un espectacular cebiche de cachema y un arroz con mariscos con quesito rallado y bastante rocotito molido. “María, el primer día del año me timbró mi hermano Pancholón. ‘Chatito, baja urgente a mi sauna privado, justo van a cambiar la hierba y le van a poner eucalipto, manzanilla, hierbaluisa, muña y su naranjita. Clic’. Cuando llegué, le estaba terminando de hacer masajes la popular ‘Sacaconejos’, una charapita que fue Miss Tarapoto hace unos años. Pero ‘oh, sorpresa’, Pancholón tenía un ojo morado y también varios chupetones en el cuello y los brazos. ‘Causita, creo que me han hecho brujería, arranqué el año con el pie izquierdo.

Tú sabes que soy muy especial. El ‘Día de los enamorados’ me quedo en mi casa con mi mujer viendo una película. Jamás voy a restaurantes llenos ni a discotecas donde los giles están con rosas y ositos de peluche. En Navidad me acuesto apenas termino de comer mi lechón al horno, igual en Año Nuevo. Odio ir a bailetones con orquesta, cena y cotillón. Y mucho menos me llama la atención bailar esas canciones de moda como el ‘Totó’ y el ‘Taxi’. Además, debo ser caleta porque, en esos lugares públicos, me puedo encontrar con algunas de las trampitas que han pasado por este pechito y pierdo por goleada. Yo me juergueo en ‘La posada’ cualquier día del año. Por eso, el 31 pensaba ir a saludar a mis hijitos y luego llegar a mi casa y brindar con mi mujer para irme a dormir.

Pero no calculé que traidores hay en todos lados y un ‘sapo rabioso’, creo que es un abogado del Callao, le dio la dirección de mi casa a la ¡¡psicóloga!! La loca me llamó a uno de mis celulares privados desde la esquina de mi cuadra a las 9 de la noche y me amenazó: ‘Pancho, si no sales ahorita, te tumbo el quiosco y le cuento todo a tu mujer. Quiero hablar contigo, solo una hora y después te vas a tu casa’. Tuve que salir y dar la cara. Pero la cosa se puso fea. La psicóloga había tomado ron y estaba movidaza. ‘Gordito, llévame a ‘Scencia’ a bailar con El Canario. Recibe el Año Nuevo conmigo y seré tuya toda la vida’, me rogó.

Nada que ver, la convencí para entrar una hora a ‘La posada’. Apenas llegamos, de su cartera sacó incienso, lentejas y uvas, puso una música árabe y me dio un trago que me dejó medio zombi. ‘Es para que cumplas todas tus metas el 2016’, me dijo la desgraciada y me escupió una pócima que olía a pachuli y ruda. En eso comenzó a bailar a mi alrededor y murmuraba: ‘¡¡Pancho mío, gordo mío. Aléjense todas las cochinas, fuera. Es mío, mío, míoooooo!!’.

Yo me sentía débil. Me dejó calato, me amarró, tapó la boca y te lo juro que pensé que me iba a matar. ¡Estaba realizando un amarre vudú conmigo! Cuando desperté, el cuartelero quería tumbar la puerta. Me levanté como un robot y cuando me vi en el espejo, grité: ¡¡Nooooooo!! Me habían dado unos chupetazos como si los labios de Susy Díaz estuvieran dibujados en mi cara, cuello, piernas, brazos y hasta en el trasero. ¡¡Ya perdí!! Nadie me creyó. Ni mi viejito que es más tramposo que yo y me alcahuetea todas porque siempre le regalo sus 200 coquitos. Mi mujer me abolló y botó de la casa, empecé mal el año’”. Pucha, ese señor Pancholón se pasa de mujeriego y recibió su merecido. Me voy, cuídense.

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El Chato Matta llegó al restaurante por un espectacular cebiche de cachema y un arroz con mariscos con quesito rallado y bastante rocotito molido. “María, el primer día del año me timbró mi hermano Pancholón. ‘Chatito, baja urgente a mi sauna privado, justo van a cambiar la hierba y le van a poner eucalipto, manzanilla, hierbaluisa, muña y su naranjita. Clic’. Cuando llegué, le estaba terminando de hacer masajes la popular ‘Sacaconejos’, una charapita que fue Miss Tarapoto hace unos años. Pero ‘oh, sorpresa’, Pancholón tenía un ojo morado y también varios chupetones en el cuello y los brazos. ‘Causita, creo que me han hecho brujería, arranqué el año con el pie izquierdo.

Tú sabes que soy muy especial. El ‘Día de los enamorados’ me quedo en mi casa con mi mujer viendo una película. Jamás voy a restaurantes llenos ni a discotecas donde los giles están con rosas y ositos de peluche. En Navidad me acuesto apenas termino de comer mi lechón al horno, igual en Año Nuevo. Odio ir a bailetones con orquesta, cena y cotillón. Y mucho menos me llama la atención bailar esas canciones de moda como el ‘Totó’ y el ‘Taxi’. Además, debo ser caleta porque, en esos lugares públicos, me puedo encontrar con algunas de las trampitas que han pasado por este pechito y pierdo por goleada. Yo me juergueo en ‘La posada’ cualquier día del año. Por eso, el 31 pensaba ir a saludar a mis hijitos y luego llegar a mi casa y brindar con mi mujer para irme a dormir.

Pero no calculé que traidores hay en todos lados y un ‘sapo rabioso’, creo que es un abogado del Callao, le dio la dirección de mi casa a la ¡¡psicóloga!! La loca me llamó a uno de mis celulares privados desde la esquina de mi cuadra a las 9 de la noche y me amenazó: ‘Pancho, si no sales ahorita, te tumbo el quiosco y le cuento todo a tu mujer. Quiero hablar contigo, solo una hora y después te vas a tu casa’. Tuve que salir y dar la cara. Pero la cosa se puso fea. La psicóloga había tomado ron y estaba movidaza. ‘Gordito, llévame a ‘Scencia’ a bailar con El Canario. Recibe el Año Nuevo conmigo y seré tuya toda la vida’, me rogó.

Nada que ver, la convencí para entrar una hora a ‘La posada’. Apenas llegamos, de su cartera sacó incienso, lentejas y uvas, puso una música árabe y me dio un trago que me dejó medio zombi. ‘Es para que cumplas todas tus metas el 2016’, me dijo la desgraciada y me escupió una pócima que olía a pachuli y ruda. En eso comenzó a bailar a mi alrededor y murmuraba: ‘¡¡Pancho mío, gordo mío. Aléjense todas las cochinas, fuera. Es mío, mío, míoooooo!!’.

Yo me sentía débil. Me dejó calato, me amarró, tapó la boca y te lo juro que pensé que me iba a matar. ¡Estaba realizando un amarre vudú conmigo! Cuando desperté, el cuartelero quería tumbar la puerta. Me levanté como un robot y cuando me vi en el espejo, grité: ¡¡Nooooooo!! Me habían dado unos chupetazos como si los labios de Susy Díaz estuvieran dibujados en mi cara, cuello, piernas, brazos y hasta en el trasero. ¡¡Ya perdí!! Nadie me creyó. Ni mi viejito que es más tramposo que yo y me alcahuetea todas porque siempre le regalo sus 200 coquitos. Mi mujer me abolló y botó de la casa, empecé mal el año’”. Pucha, ese señor Pancholón se pasa de mujeriego y recibió su merecido. Me voy, cuídense.

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