‘La mala suerte de Pescafrito’, un cuento sobre mantener la fortaleza.
‘La mala suerte de Pescafrito’, un cuento sobre mantener la fortaleza.

En la tienda de animales la mala suerte tenía un nombre: Pescafrito, un pequeño pez famoso porque nunca estaba en el acuario adecuado. Cada vez que tocaba reordenar los tanques, Pescafrito acababa por error o descuido en el más peligroso para él. Desde otros tanques, sus primos y hermanos veían divertidos sus desesperadas carreras por evitar ser la comida de algún grandullón.

A pesar de su poca fortuna, Pescafrito no se desanimaba, y en cada carrera ponía su empeño en librarse de nuevo, aunque sintiera el dolor de algún mordisco en sus aletas o cansancio.

Así fue sobreviviendo, hasta que un día de reorganización en los acuarios, Pescafrito por fin acabó compartiendo tanque con todos sus primos y hermanos. Pero mientras se juntaban, un cuidador despistado echó en ese mismo tanque al más hambriento y peligroso de los peces. El enorme pez acabó con todos los pececillos, excepto Pescafrito, que acostumbrado a huir, lograba escapar.

Poco después entró en la tienda un experto en acuarios, y al ver a Pescafrito vivo al lado del pez grande no se lo podía creer. Estuvo horas, viéndolo escapar una y otra vez con su nadar lleno de giros y piruetas y su increíble capacidad para esconderse. No tenía dudas: era un pez único, y el experto lo llevó consigo para ser la estrella de todos sus acuarios. Allí Pescafrito vivió feliz con todo tipo de cuidados, pensando lo buena que había sido para él su famosísima mala suerte.

En la tienda de animales la mala suerte tenía un nombre: Pescafrito, un pequeño pez famoso porque nunca estaba en el acuario adecuado. Cada vez que tocaba reordenar los tanques, Pescafrito acababa por error o descuido en el más peligroso para él. Desde otros tanques, sus primos y hermanos veían divertidos sus desesperadas carreras por evitar ser la comida de algún grandullón.

A pesar de su poca fortuna, Pescafrito no se desanimaba, y en cada carrera ponía su empeño en librarse de nuevo, aunque sintiera el dolor de algún mordisco en sus aletas o cansancio.

Así fue sobreviviendo, hasta que un día de reorganización en los acuarios, Pescafrito por fin acabó compartiendo tanque con todos sus primos y hermanos. Pero mientras se juntaban, un cuidador despistado echó en ese mismo tanque al más hambriento y peligroso de los peces. El enorme pez acabó con todos los pececillos, excepto Pescafrito, que acostumbrado a huir, lograba escapar.

Poco después entró en la tienda un experto en acuarios, y al ver a Pescafrito vivo al lado del pez grande no se lo podía creer. Estuvo horas, viéndolo escapar una y otra vez con su nadar lleno de giros y piruetas y su increíble capacidad para esconderse. No tenía dudas: era un pez único, y el experto lo llevó consigo para ser la estrella de todos sus acuarios. Allí Pescafrito vivió feliz con todo tipo de cuidados, pensando lo buena que había sido para él su famosísima mala suerte.

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