Hola, soy Víctor Reyes, ‘Vitito’ para el mundo. Nunca fui goleador en mi carrera profesional, pero cuando anoté en la ‘selva de cemento’ me sacaron en andas. Cuando calentaba la pólvora, ‘mojaba’ más que y juntos. La historia de hoy en los ocurrió cuando jugué en y tiene como protagonistas a mis amigos y Alejandro Espinoza.

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Las apariencias engañan. Los desconfiados, podridos o malpensados algunas veces se equivocan, pero en muchas aciertan. Se proyectan demasiado, se ciegan y hasta se vuelven locos de rabia.

Creen tener un sexto sentido que los lleva a andar ‘tiki-tiki’ todo el día a niveles patológicos. ¿ O no?

Hoy les voy a contar un caso muy sonado en 1995, algo que marcó para siempre al ‘protagonista’ de esta historia.

‘VITITO’, TU DOCTOR CORAZÓN

Me conocía de memoria los jirones, calles, ‘huecos’ y las zonas picantes de mi querido Callao, mi primer puerto. Es que era el caudillo del y los chalacos me adoptaron.

Los jugadores me consultaban por algún problema en el equipo o su vida personal. Cuando paraba el entrenamiento la hacía de psicólogo, de ‘coach’. Un poco más y ponía mi consultorio como ‘doctor corazón’.

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En el equipo estaba un arquero. Su nombre: . Un muchacho arreglado, ‘cacharrero’ que, si jugara en esta época, fácil ya lo hubieran llamado para integrarlo a . Las cosas como son.

En ese momento, él se había separado de una matadora olímpica del color serio y tenía la cabeza caliente por ‘Relinda’, una sacalagua del puerto con unas curvas de infarto.

Un día, después de las prácticas, me pidió un consejo: “Vitito, estoy enamorado. Esa chica vale la pena y quiero regalarle una joya de oro. Recomiéndame, dime, dónde la compro”. Hice un par de llamadas para impresionarlo con mis contactos y le avisé que mi prima vendía alhajas y se las podía dar a buen precio. Hicieron negocio por 200 ‘cocos’.

Obviamente, era una noticia para comentarla con lujo y detalles en el camarín, en la sobremesa, en la joda. Me picaba la lengua y no pude mantener el secreto profesional. Se lo conté a Alfonso Yáñez... ‘’, el gran historiador.

‘PUCHUNGO’ SE FUE DE LENGUA LARGA

Ese fin de semana chocábamos con y el profesor ‘Chalaca’ nos concentró en un hotel de la avenida Faucett. Después de la cena, nos sentamos en el lobby y empezamos a destrozar a Alejandro, le dábamos de frente, a la tibia y peroné.

Contra todo pronóstico, el golero quiso poner al centro al ‘Pato’ y se agarraron en un fuego cruzado. Todas iban a la yugular.

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De pronto, apareció el flaco ‘Puchungo’. Muy suelto de huesos, inflando el pecho y conocido por ser conquistador, tiró la bombita:

“Una chalaquita me ha regalado una cadenita de oro que cuesta 200 ‘cocos’ y es de modelo tal por cual. Me ha dicho que me quiere, por eso me ha hecho este presente”.

El ‘blanco’ voló, se puso colorado, no sabía qué decir. ¡Su cadenita en el cuello de otro! Tartamudeó hasta que no pudo disimular más.

Incluso, le resbalaron algunas lágrimas por sus mejillas. Yo me estaba arrepintiendo de ser lengua larga y ‘Puchungo’ que se vacilaba. El arquero buscó al técnico y pidió permiso para salir. ‘Chalaca’ lo vio tan descomputado que lo dejó ir. Chapó su ‘nave’ y arrancó al Barrio 4. Partió de ligero y sin buscar explicaciones fue a encarar a la muchacha sin una prueba en la mano.

NO TODO LO QUE BRILLA ES ORO

Alejandro Espinoza regresó después de media hora a la concentración y nos miró a todos. Se dio cuenta del ‘floro’ que le habíamos metido. Lo habíamos picado y él había caído redondito.

‘Puchungo’ lo hincó, porque yo le había contado. Con la cara colorada de la vergüenza se metió a su cuarto a dormir. A nosotros nos dio un ataque de risa y al rato nos fuimos a nuestras habitaciones.

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El arquero estaba tan preocupado en arreglar las cosas con su sacalagua que, al día siguiente, en el desayuno, el DT fue clarito: “Ataja Julio Colina, porque Alejandro está con la cabeza en otro lado”.

¿DÓNDE ESTÁ LA CADENITA?

Esa vez Sporting Cristal, puntero del campeonato, nos ganó 2-0 en el ‘Telmo Carbajo’. Aquella tarde estuve molesto por lo que había hecho, le reventé la nariz al paraguayo en una jugada dividida y apenas me sacaron tarjeta amarilla.

Cuando terminó el partido, Alejandro arrancó donde ‘Relinda’ con rodilleras en las manos. Limaron asperezas y limpié mi conciencia.

Tiempo después, la chapa de ‘Cadenita’ lo lanzó a la fama. Sin querer se hizo más popular por el apelativo que por sus atajadas. Pasaron los años y hoy vive separado de la chalaca. ¿Y la cadenita? Ahora nadie sabe en qué cuello fue a parar. Nos vemos el próximo jueves siempre en .

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