Esperó la medianoche y hasta escogió un día golpista, el 5 de abril. Para este columnista, la inmovilización no solo era una arbitrariedad. Fue un globo de ensayo fallido para futuras medidas antidemocráticas, como cerrar el Congreso y gobernar con una Asamblea Constituyente de izquierda radical. Pero el tiro le salió por la culata. Castillo jamás imaginó la respuesta contundente de la gente que lo obligó en la tarde a anular la desproporcionada medida.

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Varias versiones sostienen que el gobierno aprovechó el justo reclamo de transportistas, ganaderos y ciudadanos en Junín, para infiltrar a gente lumpen en las manifestaciones, crear el caos y decretar la paralización que no se aplicó ¡ni siquiera en la época del terrorismo! El mismo Castillo y varios de sus ministros azuzaron y provocaron el desorden.

Los hechos así lo demuestran. Tres días después de que se iniciaron las protestas, el mandatario acusó a los dirigentes de ‘estar pagados’, lo que enardeció a la muchedumbre. Incluso antes de que se encendieran los reclamos, volvió a enfrentar a los limeños con los provincianos.

“No debemos sentirnos menos que los que viven en San Isidro, Miraflores, en zonas pitucas”, gritó en Puno.

Luego su premier, el lenguaraz Aníbal Torres, dijo con todo desparpajo que si el precio del pollo había subido, la población debía comer pescado. ¿Acaso no sabe que el precio del arroz o las verduras que acompañan a ese alimento también está por las nubes?

El lunes mismo, el ministro de Defensa, José Gavidia, se apareció en medio de una protesta e invitó a los manifestantes ir a verificar en un grifo que el precio de los combustibles había bajado. La acción se desbordó. El ministro tuvo que escapar y el grifo terminó saqueado. Luego dijo que en los reclamos de Junín ‘solo han habido cuatro muertos… nada más’.

El argumento más hilarante fue el del parlanchín ministro de Cultura, Alejandro Salas. Declaró que la medida tomada ‘es en beneficio de los ciudadanos’, en un claro menosprecio a miles de ellos que ganan un salario trabajando diariamente, y ayer no lo pudieron hacer. El titular de Justicia, Félix Chero, lo secundó: “

¿QUIÉN ESTUVO DETRÁS DE ESA ACCIÓN DE PEDRO CASTILLO?

¿Quién estuvo detrás de esa acción de Pedro Castillo? No fueron sus asesores llamados ‘Bibertos’. Tampoco sus sobrinos prófugos. Esos no saben ni dónde están parados.

Todos los caminos conducirían al embajador de Cuba en Lima, Carlos ‘Gallo’ Zamora, un experto en operaciones de inteligencia. Cuando fue embajador en Bolivia, Zamora organizó revueltas sangrientas para que Evo Morales, quien se había reelegido ilegalmente, continuara en el poder.

Lo de ayer fue una muestra de que el ciudadano común y corriente –y no los izquierdosos- son capaces de hacer retroceder a un presidente inepto que funge de dictador. Nos vemos el martes.

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