POR: MIGUEL RAMÍREZ / Periodista de investigación

“Plata o plomo”, solía decir el sanguinario narcotraficante colombiano Pablo Escobar a las autoridades que no se arredraban y combatían su accionar delictivo. En nuestro país, también hubo un narco que les decía a sus sicarios “mata nomás, luego todo se arregla”.

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He recordado aquello a raíz de lo ocurrido hace unas semanas con el fiscal paraguayo Marcelo Pecci, quien fue acribillado a balazos en una playa de Colombia, en donde pasaba su luna de miel junto a su esposa. El magistrado, cuya muerte ha causado indignación en los organismos antinarcóticos, formaba parte de una operación llamada ‘Ultranza’, contra el narcotráfico y el lavado de dinero más allá de las fronteras paraguayas.

El asesinato de Pecci tiene la marca de los capos de la droga que acaban con la vida de las autoridades que les plantan cara. O en otros casos, se dedican a desprestigiarlas y acabar con sus brillantes carreras.

Por ejemplo, el peruano Fernando Zevallos, ‘Lunarejo’, uno de los diez narcotraficantes más poderosos del mundo, era un experto en difamar a todo aquel que osó denunciarlo.

Este columnista, quien lo investigó en El Comercio durante quince años, fue testigo de sus maldades. Una de sus víctimas fue el juez César Suyo, quien en 1995 inició la investigación que muchos años después lo llevó a la cárcel. ‘Lunarejo’ le tendió una trampa a su hijo. Lo grabó en un almuerzo de amigos en donde, subrepticiamente, apareció su hermana Lupe Zevallos. Lo pretendió chantajear aduciendo que, en dicha reunión, su vástago le pidió dinero, lo cual era falso.

Suyo no se atemorizó y lo denunció por narcotráfico. Tiempo después, no fue ratificado como juez por el entonces Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), varios de cuyos miembros recibían pasajes de Aerocontinente, la empresa del narcotraficante. Suyo tuvo que refugiarse en Estados Unidos.

El coronel PNP Héctor Iriarte, quien descubrió que Zevallos no podía justificar los más de US$ 40 millones con los cuales compró su primera flota de aviones, fue echado de la Policía, que controlaba ‘Lunarejo’, pese a su brillante carrera. Una enfermedad acabó con su vida.

Luz Loayza, la fiscal de Loreto que pidió la detención de Zevallos, lejos de ser reconocida por su valentía, fue maltratada por los distintos fiscales de la Nación. Se tuvo que retirar de su cargo ante tanta injusticia.

Sonia Medina, la valiente procuradora antidrogas que sustentó la denuncia contra Zevallos durante el largo juicio que enfrentó, fue otro de sus blancos. El narcotraficante fraguó documentos y mandó a publicar, valiéndose de amigos periodistas, que tenía un romance con su sicario Jorge Chávez Montoya, ‘Polaco’. Todo era falso. Medina aún se mantiene en su cargo, pero muchos ministros han pedido su cabeza.

Zevallos, según me cuentan, se da la gran vida en el penal de Piedras Gordas y su hermana Lupe sigue prófuga. Los narcos son siniestros y su venganza no tiene límites. Nos vemos el otro martes.

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