Historia Nunca Contadas: Abimael, el criminal y embustero | (Foto: Reuters)
Historia Nunca Contadas: Abimael, el criminal y embustero | (Foto: Reuters)

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POR: MIGUEL RAMÍREZ / PERIODISTA DE INVESTIGACIÓN

Los más grandes criminales que ha conocido el mundo tienen detrás de ellos una historia oscura relacionada con traumas emocionales de su infancia. Es el caso de Abimael Guzmán Reinoso, el cabecilla de Sendero Luminoso, quien murió el sábado a los 86 años.

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Sus padres fueron Abimael Guzmán Silva y Berenice Reinoso, quienes lo tuvieron en Mollendo y luego lo abandonaron cuando era pequeño. Ningún familiar lo quería tener. Todos lo rechazaban. Guzmán fue llevado a Chimbote, a la casa de su abuelo, pero duró poco tiempo. Finalmente, terminó en la vivienda de unos parientes en el Callao, quienes le dieron colegio, habitación y comida, a cambio de que hiciera labores de limpieza.

El mejor retrato de la niñez y juventud de Guzmán lo ha descrito el periodista Umberto Jara en su libro ‘Abimael, el sendero del terror’ (Editorial Planeta, 2017).

“En estas travesías de abandono, Guzmán fue perdiendo los vínculos afectivos con sus lugares de niñez y se quedó sin el aprendizaje de la amistad; por eso, ya adulto, solía decir que no tenía amigos, solo camaradas de partido”, dice Jara.

También narra que, estando en Lima, Guzmán estuvo a punto de morir fulminado por una apendicitis, pero logró sobrevivir. Un familiar se compadeció y lo envió de regreso a Arequipa, donde fue criado y educado por su madrastra, una joven chilena llamada Laura Jorquera Gómez.

Después se convirtió en el monstruo que ya conocemos. Guzmán no solo fue un criminal que con su secta provocó la muerte de más de treinta mil peruanos. También era un embustero y dado a la vida cómoda.

Este columnista contó hace un tiempo que el 18 de octubre de 1992, al día siguiente de que fue recluido en su celda de la Base Naval del Callao, Guzmán recibió la visita de Vladimiro Montesinos, en ese momento el todopoderoso jefe del Servicio de Inteligencia Nacional.

Montesinos solo necesitó unos minutos para hacerse su amigo y utilizarlo como herramienta política, a cambio de una estadía holgada y placentera en la prisión.

“Al caer la tarde, ambos se despedían con fuertes abrazos y adulaciones. Solo faltaba un trago para celebrar el siniestro pacto: Guzmán se rendía a cambio de gollerías y Montesinos traicionaba la memoria de los miles de peruanos que habían sido asesinados por la secta de Guzmán”, me contó un agente naval presente en ese momento.

Con la muerte de Abimael Guzmán no se cierra el capítulo de Sendero Luminoso. Por el contrario, su amenaza se ha fortalecido con el gobierno del presidente Pedro Castillo. Varios dirigentes y simpatizantes del Movadef, el brazo político de esa organización terrorista, son cercanos al mandatario y tienen las puertas abiertas de los ministerios y del mismísimo Palacio de Gobierno.

Y dos de sus ministros también han sido relacionados con el grupo que dirigió Guzmán. ¡La permisividad gubernamental no debe ser tolerada! Nos vemos el otro martes.

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