(GEC)
(GEC)

El Chato Matta llegó al restaurante por un sabroso estofado de osobuco con arrocito blanco, papita amarilla, rocotito molido y su jarrita con agua de piña heladita. “María, las redes sociales están cambiando el mundo. Me llegó un mensaje a mi ‘Face’. Era la eterna y fiel Livia, a quien le rompí el corazón y siempre me sorprende en verano: ‘Chatito, eres como una espina que tengo clavada en mi corazón. Vengo por KLM y llego a las diez de la noche del viernes. Espérame y ven con tu carcocha para que me lleves a ese hotelito por la avenida La Marina’...

María, tú sabes que con Livia vivimos una relación que pudo culminar en el altar. Hasta teníamos fecha de boda en Roma, con cura, ajuar e iglesia separada. Pero ella cometió el error de irse para Italia cuatro meses antes. ‘Mi amorcito, voy para arreglar todo el matrimonio y el viaje de luna de miel a la Isla de Capri en un crucero’, me dijo.

Ella me escribía cartas larguísimas, me mandaba música y escribía poemas. Pero yo, a medida que pasaba el tiempo, me empecé a tirar para atrás. La noche siempre me inquietó. Y Pancholón me repetía: ‘Chato, pareces gil, sano. Esa loca te vende imagen, te está comiendo cerebro y allá va a sacar las garras, vas a terminar como su chofer, mayordomo o te va a utilizar para que saques a pasear a sus perros. No seas malo, aquí está el dame que te doy, la cochinadita, la noche es joven, vámonos con las bebitas, tres al hilo y somos los que somos’.

No, yo no era para ser mascota de ninguna mujer, así que volví a caminar con Pancholón y bajar a los salsódromos con las primas de la Ciudad del Pescador. Justo una vez, estando en el hotel con la terrible Marielita, me llamaron a mi celular.

La chalaca bandida agarró mi teléfono y contestó. Era Livia, quien le pidió pasarme conmigo, pero la achorada le respondió que ella era mi mujer. Livia por dignidad cortó. Después de una semana llamó a mi casa y habló con mi viejita: ‘Señora, ¿qué pasa con el Chato?’. Mi madrecita no podía mentirle: ‘Hijita, está saliendo mucho de noche con ese Pancholón, a mí tampoco me gustan esas saliditas con ese sinvergüenza, porque no viene a dormir dos días’.

Entonces, cuando me pasó el telefono, Livia me encaró: ‘Chato, vente inmediatamente a Roma, vamos a adelantar la boda, te mando el pasaje para el viernes, no traigas nada que aquí te compro ropa de marca’. Al toque le respondí: ‘Livia, perdóname, pero no voy a viajar a ningún lado, porque no me voy a casar contigo’.

Ella creía que estaba bromeando, pero hablaba muy en serio. ‘Discúlpame, por favor, no te merezco, no te voy a hacer feliz’, le dije. Ella se tiró al piso: ‘Chatito, qué importa que no te cases conmigo, pero ven a Roma para que conozcas’. Le corté el teléfono. Nunca me perdonó ese desplante. Ahora, después de años me escribe al ‘Face’ para que la lleve a La Posada. Pero ha pasado mucho tiempo. A veces es mejor dejar las cosas en el recuerdo. No sé. El viernes iré a recogerla y luego te contaré cómo me fue con mi italiana”. El Chato Matta perdió una buena mujer por seguir los consejos de ese cochino de Pancholón. Me voy, cuídense.


tags relacionadas

Contenido sugerido

Contenido GEC