El fotógrafo llegó al restaurante por su sopita a la minuta para el frío y olluquito con carne de res y charqui. “María, llegó a visitarme mi amigo Cigarrito, el viejo periodista de política. ‘Gary, estoy de luto, murió , el mítico intérprete de ‘Cholo soy’: ‘Cholo soy y no me compadezcas / que esas son monedas que no valen nada / y que dan los blancos como quien da plata’. La letra era dura y despotricaba contra los españoles que mataron a Atahualpa. Era en verdad un himno de rebelión de los ‘cholos’ que llegaban por millares migrando desde la sierra, el sur, norte y oriente.

Luis había nacido en Trujillo, pero de niño vivió en Cajabamba, en un bucólico paisaje serrano. Llegó a Lima con ansias de triunfar en la música. Si bien por su dejo lo vacilaban de ‘serrano’, el cantante era alto y corpulento, un cholo como Tulio Loza, que también supo aprovechar sus raigambres de su pueblo de Abancay para hacer de ‘Nemesio Chupaca’. Pero Abanto no le corría a ningun género.

Cuando cantaba criollo, se ponía un tejido de tela para parecer ‘chalán’ costeño de su Trujillo natal. De esos tiempos datan otras de sus grandes interpretaciones como ‘Nunca podrán’, el temaza de Adalberto Oré: Muchas cosas te estan diciendo de mí / pues lo que quieren es separarme de ti/ sé que te dicen que no soy libre / que soy un malo...’. Aunque no lo crean, la popularidad de ‘Cholo soy’ lo hizo ser uno de los preferidos del general Juan Velasco Alvarado.

Esa furia indígena que interpretaba aquel hombre de lentes de fino carey, que hablaba de maltratos, abusos y miseria hacia sus ‘hermanos’, paradójicamente las entonaba con tremandas cadenazas de oro puro y sortijas también de puro achote. Cuando le escamotearon el premio en el Festival de Sullana, en 1973 y ganó el vals ‘Nada soy’, se armó el despelote. Los ‘churres’ casi linchan al jurado. Luis Abanto cosechaba la admiración multitudinaria, aunque algunos seguían diciendo que era un ‘cholo sobrado’. El asunto es que una vez, en un show no cantó ‘Cholo soy’ y se fue a su camerino, ajeno a los pedidos de la rugiente clientela que había pagado su plata. Ante su negativa, una turba ingresó hasta su camerino.

‘Y me llevaron de las orejas a cantarla’, recordaba riendo, pero esa noche pasó el susto de su vida. Antes que ‘Chapulín el dulce’ y ‘Chacalón’, el cholo ya entonaba himnos imperecederos como ‘El provinciano’. ‘Las locas ilusiones me sacaron de mi pueblo, / y abandoné mi casa para ver la capital’.


Sus últimas actuaciones públicas las hizo en la recordada Peña Ferrando, cuando Luis Abanto Morales ya era un ícono. Luego desapareció y se volvió una leyenda como Ima Súmac. Lo imaginaban viviendo en Nueva York, en Park Avenue, otros pensaban que había muerto en una gran hacienda serrana. Nadie podía imaginar que se consumía de un penoso cáncer. Seguramente en la colonia peruana de Estados Unidos estarán llorando su partida, pues siempre estuvo invitado a los actos por Fiestas Patrias, ya sea para reuniones de los compatriotas como para las celebraciones oficiales en los consulados diplomáticos. Es un hecho que recibirá homenajes, pero como siempre, póstumos y no en vida, como debería ser’”. Pucha, me voy triste. ¿Quién no ha cantado ‘El provinciano’? Cuídense.

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