Mis amigos, el fotógrafo Gary y el grandulón redactor ‘Barney’, llegaron al restaurante por sus tallarines al pesto con su churrasco a la inglesa encima y su jarrita de chicha morada. “María, , por los más deleznables motivos: celos enfermizos y ambición. ‘Sabelito’, como lo conocían en todo San Juan de Lurigancho, era el director de dos reconocidos colegios particulares del distrito, desde hace años mantenía una relación con una profesora del colegio María Montessori y estaba decidido a formalizar su situación solicitándole el divorcio a la madre de sus hijos. Le había propuesto dividir los bienes, que ascendían a un millón de dólares, pero Acela lo quería todo. ‘Esa mujerzuela no se va a quedar con lo que es mío’, le advirtió.

Cuando recibió la llamada del abogado de su esposo decidió mandarlo a matar. Pidió ayuda a su concuñada, que tenía a su pareja en el penal de Lurigancho. Esta la contactó con el sicario Walter Tirado, ‘La Rata’, quien reclutó a dos hampones, ‘Pierol’ y ‘El loco’ de ‘Los malditos de Bayóvar’, quienes actuaron de campana mientras el verdugo lo acribilló a plena luz del día en la puerta de su colegio. El día que realizaron la reconstrucción del crimen, los alumnos se estremecieron al conocer la frialdad de un ser humano miserable que puede acabar con la vida de otro por un poco de dinero.

En el velorio la viuda hizo una actuación tan dramática como Meryl Streep. Totalmente vestida de negro, lloró a mares y maldijo a los ‘extorsionadores’ que amenazaban a su esposo, tratando de engañar a los detectives, quienes desde ese día observaron al detalle su comportamiento porque lo veían fingido. Gracias al buen trabajo policial, ‘Rata’ cayó a las semanas y, rabioso porque la ‘viuda’ no le había pagado parte de los dos mil soles por el crimen, la delató. Ella juró inocencia, pero el sicario y la concuñada la acusaron. Asistió cínicamente a dos citaciones fiscales. A la tercera no asistió, se ‘hizo humo’. Estuvo cinco años viviendo a salto de mata e integraba la lista de los más buscados. En marzo de este año fue a encontrarse con sus hijos en una casa de San Juan de Lurigancho y la capturaron. Se había hecho varias cirugías plásticas y hasta Botox en el rostro. Fingió ser otra persona, pero no engañó a nadie. Hace una semana la sentenciaron a 25 años. Se puso a llorar en el penal donde está recluida, pero nadie la miró con compasión”. Pucha, qué terrible historia. Me voy, cuídense.

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