Fe en el Perú. (Foto: GEC).
Fe en el Perú. (Foto: GEC).

Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un puré de papas con pollito al horno, arrocito blanco graneado, ensalada y, para tomar, un emoliente fresquecito. “María, es fácil perder las esperanzas y hasta angustiarse con la ola de violencia que vemos a diario en Lima y regiones debido a las en las que están infiltrados azuzadores.

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Ya son semanas en que las carreteras más importantes del país continúan bloqueadas por delincuentes, impidiendo el paso de camiones con alimentos, medicinas y combustibles. Como consecuencia, hoy Puerto Maldonado padece un desabastecimiento criminal. Igual está comenzando a pasar con Ica, Cusco y otras regiones.

El hambre amenaza. Como siempre, los más pobres son los que más padecen. Es triste ver el Centro de Lima bajo ataque. En televisión pasaron las imágenes de los enfrentamientos entre policías y esos sujetos -no creo que se les deba llamar manifestantes- en lay sus alrededores, y el lugar parecía una zona de guerra, llena de escombros, con trozos de cemento y ladrillos que antisociales rompían para lanzárselos a los efectivos del orden. Era deprimente. Y más al pensar que esas imágenes dan la vuelta al mundo y los turistas que pensaban venir, atraídos por Machu Picchu o nuestra gastronomía, descarten esa idea y elijan otros destinos. ¡Con los años que costó posicionar en el mundo a la comida peruana, hasta convertirla en un imán turístico!

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Pero creo que no debemos perder las esperanzas ni la fe en este hermoso país. Pese a todo, estoy seguro de que saldremos adelante y derrotaremos a los que odian al Perú. Ya lo hicimos en los años oscuros de Sendero Luminoso, cuando el miedo estaba instalado día y noche y parecía que no había salida. Pero lo logramos. La inmensa mayoría quiere trabajar en paz y de forma honesta, sin hacer daño a nadie. El peruano chambea duro por darle lo mejor a su familia.

Los empresarios de Gamarra son un ejemplo de ello. La gran mayoría son provincianos que dejaron su tierra por un futuro mejor que encontraron en Lima, donde comenzaron desde abajo, muchos vendiendo ropa en la pista. Pero con coraje e inteligencia progresaron y hoy hacen empresa, dan trabajo y pagan impuestos. Ellos, como los emprendedores de los mercados de barrio, el dueño de la bodega, la señora que vende emoliente en su carretilla, el empleado, el vigilante, la enfermera, son el motor que hace avanzar al Perú. No perdamos la fe ni el optimismo.

Esta crisis que estamos padeciendo va a pasar. Sigamos apostando por nuestro amado Perú. Seamos dialogantes, pues es la única manera de ponernos de acuerdo. Desterremos la violencia, ya que esta solo engendra más violencia y dolor. Hagamos a un lado a quienes plantean la destrucción y el daño como única forma de lograr cambios”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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