Mi amigo, el fotógrafo Gary, llegó al restaurante por un churrasco jugosito con arroz graneado, ensalada y, para tomar, una manzanilla calientita. “María, vi en televisión la entrevista que le hizo en su programa de televisión en Miami al periodista mexicano Jorge Ramos, estrella de Univisión.

El azteca presentaba su nuevo libro ’17 minutos: Entrevista con el dictador’, sobre los pormenores de la entrevista que le hizo a en el Palacio de Miraflores, la casa de gobierno venezolana en Caracas.

Entre otras cosas, el azteca señalaba que ante las dictaduras, un periodista no puede ni debe ser nunca ‘neutral’. Reconoció que pecó de ingenuo al ir Venezuela con su equipo, conformado por otras seis personas, pensando que el matón chavista no se iba a comportar como un dictador en la conversación, que finalmente cortó cuando las preguntas no le gustaron.

Y no solo eso, sino que se robó las cámaras y otros aparatos que valen cientos de miles de dólares. Además, fueron prácticamente secuestrados en el hotel donde se alojaban. Por suerte, en unos segundos pudieron comunicarse con su canal, que dio aviso a las embajadas de Estados Unidos y México, que actuaron velozmente para salvarles la vida y así pudieron abandonar ese país sanos y salvos.

“Nunca me pasó que me roben mis equipos. Tú y yo, Jaime -le dijo a Bayly- estamos mal acostumbrados, porque acá en Estados Unidos gozamos de todas las libertades. Podemos decir lo que querramos del presidente de Estados Unidos, luego irnos a nuestras casas y estar seguros de que no pasará nada. Creemos que la libertad de expresión es lo normal, pero no es lo normal”.

Cierto lo que dice Ramos. En muchas naciones gobernadas por dictaduras, en Sudamérica, el este de Europa y Asia, la gente no goza de plenas libertades. Viven con el temor de expresar su opinión. Los periodistas son enjuiciados, encarcelados, asesinados o desaparecidos porque osan criticar a los dictadores.

En el Perú hoy podemos criticar al presidente de la República. Los jóvenes, especialmente, deben entender que ese es un privilegio del que, mal que bien en este país, podemos disfrutar. Pero deben tener claro que ese ‘lujo’ hay que cuidarlo y defenderlo, sobre todo en un país como el nuestro, con una democracia tan débil e imperfecta, constantemente amenazada.

Los jóvenes hasta ahora también tienen libertad de estudiar lo que deseen, de elegir y de poder acceder a un puesto de trabajo. Claro que hay muchas injusticias y desigualdades que debemos combatir, pero siempre debemos preservar las libertades”. Gary tiene razón. Me voy, cuídense.

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