Henry Miller (Nueva York 1891-Los Ángeles 1980)
Henry Miller (Nueva York 1891-Los Ángeles 1980)

Este Búho ha escrito ríos de tinta sobre los grandes escritores norteamericanos de la primera mitad del siglo XX: John Dos Passos (‘Manhattan Transfer’), Scott Fitzgerald (‘El gran Gatsby’), Ernest Hemingway (‘Adiós a las armas’) o John Fante (‘Pregúntale al polvo’). Pero increíblemente obvié a uno de los principales. El más transgresor y contestatario de todos, cuya desigual batalla lo llevó a la censura del establishment de su patria, y que duró décadas ante su llamado ‘extremismo erótico’, por el cual sus obras fueron prohibidas en Estados Unidos por lustros.

Me refiero al inmenso Henry Miller (Nueva York 1891-Los Ángeles 1980). Tal vez no lo incluí en la llamada ‘generación perdida’ de la literatura norteamericana porque pese a tener la edad de ellos, publicó su primera obra a los 40 años. ¿Por qué no se le pudo clasificar a Miller en ese grupo histórico de la literatura yanqui? Primero, porque su escritura rompió esquemas desde el indescriptible ‘Trópico de Cáncer’ (1934). Una novela autobiográfica distinta de lo que se había escrito hasta la fecha.

Las tormentosas vivencias sexuales del joven Miller, en el París posterior a la Primera Guerra Mundial, son descritas de manera descarnada y desinhibida por ese putañero consuetudinario. Cuando sus novelas pueden distribuirse en su país, se convierte en un boom. Pero él está viejo y su público son los que pueden considerarse sus nietos. Se convirtió en el ‘gurú’ del movimiento ‘beatnik’, de los ‘hippies’, de la contra cultura que luego se manifestaría contra la guerra de Vietnam.

Hijo de un sastre que tuvo una época de bonanza económica que le permitió llevar a vivir a su familia en la parte más ‘pituca’ de Manhattan, luego, con la depresión y la crisis económica norteamericana, terminó viviendo en Brooklyn. Mal alumno en el colegio y en la secundaria, viaja a París en 1930 con June, una bella jovencita que la futura amante de ambos, Anaïs Nin, recalcaría en sus diarios como ‘la belleza perfecta’. Ella sería su segunda mujer, porque en Estados Unidos había dejado a su primera esposa y una hija.

Enrumba en barco sin plata, a la aventura. Con una sola obsesión: ser escritor. Cuatro años después, cuando publica en París ‘Trópico de Cáncer’, el libro causó el efecto de una bomba atómica. Ese mismo año, Henry se divorció de June, con la que había tenido tremendas broncas antes de que él aceptase formar un triángulo con una amante de ella, la artista Jean Kronski. Trío que se repetiría, por corto tiempo, cuando él se hizo amante de Anaïs Nin, escritora de origen cubano-catalán a la que dedicaría una de las cartas más memorables de la literatura. En su misiva de despedida, él escribiría: ‘Adiós, Anaïs, adiós. / Ya nos encontraremos en otras vidas y en otras vidas podré poseerte y quedarme contigo para siempre. / Ya te veré en medio de la nieve y entre libros y vino./ Adiós’.

Miller era una ‘joyita’. Sus romances y las promiscuas relaciones sexuales con June y Anaïs, juntos, revueltos o individualmente, con sus nombres verdaderos o con nombres figurados, como en ‘Trópico de Cáncer’, están consignados en los futuros libros de Henry, pero sobre todo en los ‘Diarios’ que publicaría ‘la Nin’, donde lo echa en cancha y confiesa que le fue infiel con un peruano, el hijo de hacendados puneños Gonzalo More.

La vida del escritor, su esposa y su amante está bien documentada en la película de Philip Kaufman, titulada ‘Henry y June’ (1989), con Uma Thurman, María de Medeiros y Fred Ward. Antes de volver a Estados Unidos, Miller confirmaría su histórica trilogía con dos libros: ‘Primavera negra’ (1936) y ‘Trópico de Capricornio’ (1939). A partir de 1939, Miller es invitado a Grecia por su amigo Lawrence Durrell. El año que pasó en el maravilloso litoral griego quedó plasmado en el libro que, según los críticos, es su obra maestra: ‘El coloso de Marusi’ (1941).

El maestro era, a su modo, también un pensador crítico y político que reflexionó, desde una perspectiva ácrata, anarquista, solitaria, sobre la represiva e hipócrita sociedad de su tiempo y, muy especialmente, sobre el modo de vivir norteamericano, que detestó por su componente puritano y capitalista, como quedó explícito en ‘Pesadilla de aire acondicionado’ (1945). Al final de su vida se instaló en la costa sur de California, desde los años 40. Tuvo tres esposas y dos hijos más, hasta que de viejito, como muchos ‘jugadorazos’, se le dio por adscribirse al misticismo y las religiones orientales. Falleció en 1980 y no creo que se haya ido al infierno como afirmaban sus detractores en el siglo pasado. Apago el televisor.


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