Este Búho lo escribió en su columna de ayer. Nadie detiene la creciente inseguridad ciudadana que se vive en el país y, lo que es peor, a nadie parece interesarle. La infernal balacera ocurrida en una ‘fiesta Covid’ en el Callao de madrugada, en pleno toque de queda, que dejó un muerto y tres heridos graves, nos muestra una terrible realidad. En primer lugar, en el puerto las restricciones y prohibiciones horarias por la ‘tercera ola’ de la pandemia son solo un saludo a la bandera. En las zonas ‘picantes’ no existe la ley, o mejor dicho, existe la ley del ‘gatillo flojo’. Allí no ingresan la Policía ni las patrullas del Ejército ni la Marina. Esa zona es relativamente pequeña en territorialidad, mas no en densidad, pero existen comisarías, cuarteles de la Policía. En pleno estado de emergencia se organizan fiestas, como el ‘Makinón’, escenario de la balacera, y ningún patrullero llega para imponer el orden.

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¿Qué sucede en la Policía Nacional? La cabeza, el director general Javier Gallardo, anda pensando en guillotinar a los mejores generales y unidades que investigaron a ‘Los Dinámicos del Centro’ y a ‘Los Cuellos Blancos del Puerto’, mientras el ministro del Interior, Avelino Guillén, siguiendo las órdenes de Pedro Castillo, nombra a prefectos ‘filosenderistas’. ¿Esos se encargarán de apagar los incendios de las tomas de carreteras, paros violentistas o echarán más gasolina? Esta balacera le enrostra al Gobierno que le interesa un pepino la inseguridad ciudadana. En cinco meses tuvimos tres ministros del Interior. No se les ocurrió convocar a ningún general de la Policía operativo. Hasta la deportación de los delincuentes venezolanos por vía aérea fue un completo fracaso y tiró por la borda una de las promesas electorales de Castillo: ‘En mi gobierno expulsaré a los delincuentes extranjeros en 72 horas’. Todo fue una farsa. Perú Libre no tiene ningún plan para acabar con la violencia de ‘raqueteros’ y ‘marcas’, como sí lo tenía el general Marco Miyashiro, uno de los héroes del grupo que capturó a Abimael Guzmán. Ahora pagamos las consecuencias por la llegada de un improvisado que no sabe dónde está parado.

FIESTA DE COVIDELINCUENTES

La guerra de bandas ya no respeta ningún espacio. Como esta fiesta denominada ‘Makinón’, a la que para asistir se pagaba por aplicativo para que le den el sitio exacto, dado el carácter clandestino de la misma. El local ubicado en el jirón Arica no era una vivienda, sino un colegio que no funciona por la pandemia. Era el escenario perfecto para realizar una ‘fiesta de covidelincuentes’. Siempre con la puerta cerrada, sin ventanas, pasaba como un local cerrado, cuando adentro había un desenfreno entre peligrosos gatilleros de las bandas más sanguinarias de la zona. En la madrugada, dos grupos de asistentes se enfrentaron, retirándose algunos de ellos. Pero horas después volvieron en una camioneta con lunas oscurecidas y con sed de venganza para disparar como locos. Fue cuestión de segundos y con las mismas huyeron. Desde la fiesta, salieron también delincuentes, quienes lejos de socorrer a los heridos y llevarlos al hospital, prefirieron perseguir a balazos a los agresores, que se perdieron por las avenidas paralelas. Solo después de los hechos consumados llegó la Policía y trasladó al herido de mayor gravedad al hospital Carrión, un hombre joven que llegó cadáver. Otros heridos de bala también fueron hospitalizados con heridas en la cabeza y cuerpo. Afuera del hospital, los familiares, después de las penosas escenas de dolor, se repusieron para exigir venganza.

Todo esto me hace recordar una terrible escena de la película ‘Sangre por sangre’. Cuando la pandilla rival de los negros ‘Tres Puntos’ quieren darles un ‘escarmiento’ y van a atentar contra una discoteca. Justo cuando suena el pegajoso tema de Rick Jones, ‘Super Freak’, un sicario lanzó tres granadas a la pista de baile y salió veloz. La explosión fue terrible y causó muchos muertos. Así actúan estas bandas sanguinarias, no les importa lo que llaman ‘daños colaterales’. La Policía también maneja la hipótesis que los organizadores no quisieron pagar cupo y prefirieron ‘protección’ de una banda rival. Un curtido detective aseguró: ‘Los pandilleros quisieron matar dos pájaros de un tiro: demostrar que quien no paga cupo recibe plomo y de pasada atentar contra algún miembro o miembros de un clan rival’. Este periodista cree que la mejor manera de manejar esta situación es que se conformen fuerzas combinadas de la Policía Nacional y la Marina para que ingresen a las madrigueras de estas alimañas, les hagan juicios rápidos con fiscales incorruptibles, y los manden presos al penal de Challapalca o Cochamarca, allí donde hasta los cóndores usan chalina. Mano dura contra esas lacras. Apago el televisor.

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