Este Búho está convencido de que lo que está sucediendo en el Perú es un fenómeno social muy complejo. Por un lado, están las de sectores rurales pobres, ignorados desde muchos años por un Estado inútil. Hay una rabia contenida. Pero es necesario ser claros y marcar la cancha. También hay un tipo de violencia radical, esa que masacra policías, dinamita comisarías, locales públicos y privados, destruye minas, empresas agroindustriales, toma carreteras, aeropuertos, aísla pueblos y ataca ambulancias, quienes proponen la ‘guerra civil’.

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A esos hay que llamarlos por su nombre, estos bárbaros ejecutan acciones terroristas y muchos son antiguos convictos senderistas ahora reciclados en el . No podemos cerrar los ojos hipócritamente por miedo a ‘no ser políticamente correctos’. Hay que llamar a las cosas como son y estos actos salvajes ya los vivimos en la infausta década de los ochenta y noventa con los ‘paros armados’ de Sendero, con sus ataques y coches bombas. Ellos nunca se fueron. Pero vayamos por el principio.

Cuando se produce el fallido ‘golpe de Estado’ del corrupto Pedro Castillo, este pretendió asilarse en la embajada de México, pero lo detuvieron antes de esconderse. La izquierda, el centro y la derecha votaron por su vacancia y le entregaron la banda presidencial a la miembro de su ‘plancha’, Dina Boluarte. No hubo ‘golpe’ del Congreso al chotano. Pedro se suicidó políticamente por querer imitar a Fujimori y ‘disolver’ el Congreso. No pasó ni una semana cuando estallaron las asonadas de violencia y destrucción con incendio de comisarías, locales del Poder Judicial. Los cabecillas eran conocidos castillistas y miembros de Movadef que habían tenido un año y medio de constante actividad gracias a nombramientos de muchos prefectos con pasado terrorista.

Por eso Aníbal Torres amenazó, meses antes, públicamente con que ‘correrán ríos de sangre’ si osaban vacar al profesor. Los manifestantes exigían lo imposible: la renuncia de Dina Boluarte, la libertad y reposición de Castillo, el cierre del Congreso y la Asamblea Constituyente. Es decir, antes de que se produjeran las primeras víctimas en Andahuaylas, cuando pretendieron tomar violentamente el aeropuerto, ya exigían la renuncia de Boluarte. De ahí en adelante se sucedieron sincronizadas acciones de terror en Ayacucho, Arequipa, Puno e Ica.

En Ayacucho se ha desarticulado todo un comando senderista liderado por la ‘Camarada Cusi’

Sicaria seguidora de Abimael, una década encarcelada en Chorrillos. Ella encabezó la comitiva que recibió al presidente Castillo y se reunió con él en el 2022. Íber Maraví, otro senderista acusado de destrucción de la propiedad pública, fue ‘premiado’ por el chotano con un ministerio. Hoy es un rabioso azuzador en Ayacucho. ¿Cuántos miembros del Movadef habrá infiltrado en el aparato estatal? Gracias a Castillo, Sendero se repontenció en siniestra alianza con el narcotráfico, la minería ilegal y el contrabando. Quienes perpetran estos atentados no deben ser tratados como simples manifestantes. No. Estos deben ser enfrentados como el Estado los enfrentó en los noventa.

Con especialistas de Inteligencia de la Policía. Estamos ante un brote de terrorismo puro y duro en una guerra contra el Estado, subversivos, infiltrados en las protestas contra el gobierno. Ellos tienen otros planes. Están alucinando con volver a retomar ahora con el cliché: ‘Revolución con Asamblea Constituyente’. Mientras tanto, están llevando a cabo su vieja estrategia del terror de los años 80 dictada por el propio Abimael, que es aislar regiones importantes en el país, como Ayacucho, Arequipa, Cusco, Madre de Dios y otras con mortales bloqueos de carreteras, mientras tratan de asfixiar a Lima con un plan cerco. Del campo a la ciudad, repetían antes y lo siguen haciendo hoy. Es increíble que políticos con tal de llevar agua para sus molinos miren a otro lado y hagan la de Shakira: ‘sordos, ciegos y mudos’ ante el peligrosísimo rebrote de estas lacras. Apago el televisor.

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