Este Búho abre sus ojazos, su mente, y reflexiona sobre lo que nos deparará como sociedad, en todos los aspectos de nuestras vidas, esta terrible pandemia que nos está tocando enfrentar. Ahora más que nunca que se acaba la cuarentena en gran parte del Perú. Muchos hasta están haciendo planes para salir a ‘hacerla’ con sus amistades: ‘Ya, hermanito, somos los que somos’. Alucinan que todo será como antes de la pesadilla. Craso error. Pese a las restricciones, la ‘curva’ no se aplana y ya pasamos los nueve mil muertos. Este columnista tiene claro que la única manera de mantenernos a salvo de este virus silencioso, traicionero y letal, es seguir los protocolos sanitarios que nos recomiendan los especialistas en todos los medios de comunicación. Hasta que no se descubra la vacuna, tendremos obligatoriamente que cambiar de manera drástica nuestros hábitos sociales. Ya nada será igual que antes. Y eso nos parecerá incómodo, hasta embarazoso. El virus nos obligará a volvernos una comunidad ‘desconfiada’ por nuestra propia supervivencia. Porque este mal no es como el Sida o el cólera.

Con el Sida tú sabías lo que debías hacer para no contagiarte (usar preservativo, evitar la promiscuidad sexual), y en el caso del cólera hervir el agua para tomar, higiene y desinfectar las verduras, frutas o comer solo pescado cocido o frito. En cambio, no hay nada que podamos hacer contra el coronavirus, que no sea mantener la distancia estipulada, la constante desinfección de manos y zapatos, evitar los lugares donde el virus se paseará ‘como Pedro en su casa’, como las aglomeraciones en mercados, discotecas, bares, conciertos, cines y estadios. El distanciamiento social obligatorio será al inicio durísimo, en una sociedad cariñosa y ‘juerguera’ por naturaleza. Nada del clásico abrazote al amigo o el besito a la amiga. En el periodismo, la premisa es que ‘la noticia está en la calle’. Los periodistas son ‘callejeros’ por naturaleza, llegando al lugar más inimaginado para obtener la ‘pepa’. Sin embargo, en esta emergencia y ante los peligros de contagio, son unos pocos los escogidos para hacer el trabajo más riesgoso de recorrer los ‘focos’ de la pandemia.

Los periódicos están trabajando en condiciones difíciles, en situación casi de guerra y, de manera heroica, sus periodistas, personal administrativo y trabajadores de producción e imprenta brindan un producto que no baja un ápice su calidad, porque los lectores que salen de su casa solo parar adquirirlo en su quiosco lo tienen bien merecido.

Me piden que les recomiende otras películas sobre el tema:

EPIDEMIA (1995): Otro filme que se adelantó al coronavirus. Con un elenco taquillero de quilates: Dustin Hoffman, René Russo, Morgan Freeman y Kevin Spacey. El filme empieza cuando el ‘Doc’ Billy Ford (Freeman) descubre en 1967, en Zaire, al virus ‘Motaba’, con un índice de mortalidad del 100%, que mata en 24 horas y el gobierno norteamericano ordenó un bombardeo a la aldea creyendo que así acabaría con los contagios. Pero tres décadas después el epidemiólogo Sam Daniels (Hoffman) es enviado a Zaire y al descubrir lo letal del virus ‘cuadra’ a su jefe Billy Ford, para que decrete el estado de emergencia mundial. Pero el ‘viejo’ sabe que el virus no es nuevo y prefiere mantenerlo secreto. Con lo que no contaban es que un pequeño portador del virus, un monito, es capturado y llevado a USA para ser vendido en una tienda de mascotas. El travieso primate muerde e infecta y así el letal virus causará una catastrófica epidemia.

TREN A BUSAN (2016): Del prestigioso director Yeon Sang-ho, en la que un virus mortal recorre el país, transformando a pacíficos ciudadanos en bestias asesinas. Seok-woo es un empleado agobiado por su trabajo, que tanto descuida a su hija que le compra el mismo regalo de cumpleaños del año pasado. Amarga, la niña le dice que desea visitar a su madre que vive en Busan. Así que la lleva en tren. En el vagón ve a una señora rara que de pronto se vuelve ultra violenta. Extrañamente, los pasajeros agredidos por ella también actúan salvajemente con instintos homicidas. Seok woo se refugia en un vagón y escucha que casi todo el país es presa de ese extraño virus. Y para colmo, el ejército está decretando la cuarentena y la inmovilización total. El padre de familia sabe que solo hay un lugar en Busan donde todavía no suceden cosas extrañas. Pero para llegar allí, no solo tendrá que lidiar con poblaciones enloquecidas, sino que hasta los que parecen inmunes también le darán muchas sorpresas. A veces el cine supera a la realidad.

Apago el televisor.

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