Este Búho trata de evadirse del encierro forzado de la ‘cuarentena’ de la única manera posible, esa que nos transporta a lugares remotos, lejanos, alucinantes: leyendo libros. Y por estas épocas, uno hasta puede trastocar sus gustos cotidianos. Un lector apasionado de novelas de espías o investigaciones periodísticas monumentales, de esas que derrocan presidentes, o que desnudan la nueva guerra fría entre Rusia y China, como el periodista de investigación Miguel Ramírez, me sorprendió leyendo solo en su ‘depa’ miraflorino ‘Las travesuras de la niña mala’, de Mario Vargas Llosa, que no estaría nunca en su lista de preferidas en una situación normal. En mi caso, me sucedió algo parecido, no estaban en mi lista de libros leer o releer ‘Robinson Crusoe’, de Daniel Defoe, ni la obra que ahora comento, ‘Papillon’, la historia del legendario convicto francés que se escapó de las prisiones más draconianas de la Guyana Francesa, Trinidad y las escalofriantes cárceles del Caribe colombiano.

Una novela gorda, pero que devoré en un día, misma maratón de Netflix. Recordé cómo descubrí el libro escrito por Henri Charriere (Saint Étienne de Lugdares 1906-Madrid 1973) en la biblioteca de mi tío ‘Kike’ Marca, estudiante de Derecho, que tenía de todo, libros clásicos y ‘bestsellers’, algunos me marcarían como ‘El Padrino’, ‘El Exorcista’ y ‘Papillon’. Leí esta obra del francés a los doce años, casi al mismo tiempo que el drama carcelario del gran José María Arguedas, ‘El Sexto’. Pero pese a que ambas tenían como tema principal la cárcel, en el caso del peruano era una historia presidiaria con alto contenido político. La novela del francés era diferente. El protagonista de 25 años era un delincuente común, conocido en los bajos fondos como un ‘chulo’, guapo, avezado, con ‘jale’ con las chicas a las que mandaba a ‘trabajar’, y fue acusado de asesinar a un proxeneta, crimen del que siempre se declaró inocente. En esos años, un asesinato de tal calibre significaba la guillotina o una cadena perpetua en las infrahumanas cárceles de las colonias francesas en el Caribe, donde solo uno de cada mil regresaba a Francia.

‘Papillon’, apodado así porque tenía tatuada una mariposa (papillon, en francés), desde el barco que lo llevaba a las islas tiene que defender literalmente su trasero, pues todos los presos llevaban ‘estuches’ de dinero introducidos en ese lugar y en la semana que duraba el viaje muchos morían destripados a manos de despiadados asesinos que les robaban sus ‘estuches’ de las tripas. Louis Dega, reo acusado de un fraude multimillonario, viaja en el convoy de los presos y es la cereza de la torta de los asesinos que saben que su estómago alberga miles de francos. ‘Papillon’ le salva la vida y se hace su amigo.

Cuando llegan a la isla, Dega se niega a acompañarlo en su plan de fuga, pues creía que iba a salir rápido, pero cuando se entera de que su abogado y su bella esposa se han convertido en amantes y viven con su dinero, decide aunarse a la aventura del delincuente. Al final, Dega financia la fuga, pero es ‘carne boba’ y se queda varado. A partir de ahí, ‘Papillon’ recorrerá 2 mil 500 kilómetros de mar caliente y selvas vírgenes para llegar a Trinidad, vivir con unos ingleses bondadosos, terminar en una isla de leprosos asesinos y salir vivo por su increíble sentido de supervivencia. Hasta que recala en la que debió ser su parada final. Cuando llega a una isla de indios guajiros, donde dos jóvenes hermanas se hacen sus amantes y procrea hijos con ellas. Pero decide marcharse, a pesar de que vivía como rey. Nadie puede detenerlo en su afán de libertad.

Todos los lectores nos colocamos en su piel, sufríamos con él tanta ignominia, como la que soportó en la cárcel colombiana de Santa Marta, donde en los calabozos de castigo, cuando subía la marea, las ratas y los bichos marinos se la pasaban mordisqueando a los desesperados presos encadenados, a los que el agua les llegaba hasta el cuello. Al final lo pescarán por soplos y regresará a ‘La Isla del Diablo’, la peor cárcel francesa en ultramar. La novela es, para mi gusto, impresionante. Los que busquen tecnicismos literarios, favor de abstenerse.

Hay ríos de sangre, traición, lealtad, ambición, abuso de poder, sexualidad. Y en 1973 sería la película de Hollywood, protagonizada por la megaestrella Steve McQueen como ‘Papillon’ y Dustin Hoffman en el papel de ‘Dega’, lo que se tradujo en más ventas millonarias del libro que catapultó al autor. Apago el televisor.

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