Este Búho asistirá mañana con sus ‘cachorros’ a la gran inauguración de los en el estadio Nacional. Después de observar las maravillosas ceremonias de inauguración y clausura de los Panamericanos, la gente se volcó a comprar sus entradas porque estaban a precios accesibles, teniendo en cuenta el nivel del espectáculo.

Es digno de encomiar no solo el esfuerzo de estos deportistas, por nunca dejarse vencer por alguna limitación, sino todo lo contrario, transformarla en una fortaleza. Y eso es, en buena parte, también por el esfuerzo de sus padres. Esos hijos que aparentemente al nacer les iban a acarrear problemas de diversa índole por algún impedimento físico, al final resultaron ser sinónimos de orgullo, las estrellas de la casa, gracias a sus logros deportivos. Recuerdo que cuando estaba en el colegio, veía cómo los discapacitados no tenían rampas de acceso a los salones y lo peor era que algunos ¡estudiaban en el segundo piso! Vivían toda una odisea. Sus compañeros de clase los esperaban para cargarlos y otros les subían su silla de ruedas.

Ni qué decir de las clases de Educación Física, de las que estaban excluidos, cuando bien podían hacerlos jugar básquet, pues tenían mucha fuerza en los brazos. Pero lamentablemente en los colegios, en esa época, no había una política de inclusión para los niños con limitaciones.

Uno de los deportes más apasionantes de los Parapanamericanos es el del básquet en silla de ruedas. Son vehículos adaptados y ver ese espectáculo es electrizante, al contemplar cómo los jugadores hacen un esfuerzo tremendo con sus brazos para movilizarse por la cancha y colocarse en posición de anotar una canasta chocando con sus sillas. Este deporte tiene una historia más o menos trágica.

Se hizo popular en Estados Unidos e Inglaterra a finales de la Segunda Guerra Mundial. Los jóvenes deportistas que fueron enrolados en el ejército para luchar contra el nazismo de Hitler y el imperialismo nipón, aunque regresaron a casa vivos, muchos lo hicieron mutilados o sin piernas, producto de pisar minas o por amputación a causa de gangrena. Ellos, en los hospitales de rehabilitación, no se dejaron vencer y comenzaron a jugar baloncesto en sus sillas de ruedas. Lo hacían tan bien que fueron los pioneros que lograron que en Roma, en 1960, se organizaran los primeros Juegos Paralímpicos.

Luego en América, en la ciudad canadiense de Winnipeg, en el año 1967, se desarrollaron los Panamericanos para Parapléjicos. Los primeros Juegos Parapanamericanos, como se conocen hasta hoy, se llevaron a cabo en México, en 1999, y los segundos en Buenos Aires (2003); en ambos, el país azteca fue el vencedor.

Luego en Guadalajara, Río y Toronto ganó Brasil. El Perú, históricamente, tiene 8 medallas de oro, siete de plata y siete de bronce. Esperamos que al igual que en los recientes Panamericanos, tripliquemos nuestro récord y para ello es necesario asistir a los espléndidos escenarios donde se desarrollarán las competencias de natación, atletismo, fútbol 5 y 7, esgrima en silla de ruedas, tenis de campo y de mesa, vóley sentado, entre otros deportes.

Hansel Cereza es el pelucón ciudadano español responsable de deslumbrarnos con la inauguración. En el estadio Nacional, vestido de impecable negro, parece una ‘rock star’ internacional esperando la hora de probar sonido.
Tiene bajo su mochila el haber trabajado en la organización de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. O sea, este director artístico y escénico tiene recorrido y promete deslumbrarnos: ‘Esta ceremonia -asegura- tendrá una estructura dramática. A diferencia de los Panamericanos, donde los atletas después de desfilar se iban a las gradas, ellos se quedarán en el escenario como protagonistas activos de la ceremonia. La emoción y la ilusión están garantizadas. Pero hay un ingrediente más: a las personas, después de esta ceremonia, les cambiará el pensamiento y verán que todos somos iguales’. Allí estaremos para comprobarlo.

Apago el televisor.

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