Este ve en televisión un reportaje sobre el millón de y reflexiona sobre la cruda realidad del país llanero. Esta Venezuela de ahora no es la próspera nación rica en petróleo, en demócratas cabales, intelectuales y presidentes, como el recordado mandatario Rómulo Gallegos. Hace unos años supo ser uno de los países más prósperos de América Latina y abrió sus puertas a miles de inmigrantes que llegaban de Colombia, Ecuador o Perú, a labrarse un futuro mejor.

Su democracia también posibilitó que los luchadores sociales y demócratas exiliados de las dictaduras militares de muchos países encontraran en la patria de Bolívar un lugar para seguir su pelea, en un ambiente de democracia y libertad. ¿En qué momento se jodió Venezuela?

Más de cinco millones de ciudadanos, entre hombres, mujeres, niños y hasta ancianos, han escapado de la sociedad de miseria instaurada primero por Hugo Chávez y que continúa Nicolás Maduro.

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Hambre, desabastecimiento, enfermedades, epidemias, escasez de comida, agua, luz y medicinas para los pobres, los que no tienen el carnet bolivariano. Para las hordas paramilitares hay ron, whisky, comida, armas y hasta droga.

Recuerdo que los sobrinos carnales de Maduro fueron detenidos cuando pretendían ingresar un avión lleno de cocaína a Estados Unidos. Esa droga era entregada por las FARC colombianas a militares venezolanos leales a Maduro. Los sobrinos ‘cantaron’ ante una corte federal norteamericana. Maduro es un fantoche sostenido por los militares corruptos coludidos con el narcotráfico.

La situación de Venezuela me produce sentimientos encontrados. En primer lugar, lástima, porque lo que están pasando en estos momentos nuestros hermanos sudamericanos no se lo deseo ni a mi peor enemigo.

Están viviendo como si pelearan una guerra y estuvieran cercados por el enemigo, intentando sobrevivir con alucinante escasez de productos básicos, no solo de alimentos, como leche, fideos, arroz, pan, carne; sino también de productos de aseo básico para los infantes, como pañales, jabón y, para todo el mundo, en el caso del papel higiénico.

La vez pasada hubo un apagón general en Caracas y la situación se tornó descontrolada. Se escuchaban los gritos por toda la ciudad de ‘¡¡tenemos hambre!!’. Recuerdo que hace años el fallecido presidente Hugo Chávez, en momentos en que la crisis de Medio Oriente y los conflictos en Irán, Irak y Kuwait elevaron a niveles asombrosos el precio del barril de petróleo, sacaba pecho: ‘Los pobres venezolanos toman whisky’.

Este columnista una vez, en pleno gobierno chavista, ya vislumbraba niveles de desorganización y hasta desidia entre los funcionarios, como en el aeropuerto, por ejemplo. Los itinerarios no se cumplían y los pasajeros quedaban varados, pero siempre había una ‘solución’. Una guapa azafata de la aerolínea estatal sacaba botellas de whisky y unos sanguchitos para los pasajeros enardecidos.

A las barriadas llegaban camiones del Ejército llevando cocinas, refrigeradoras, carne, leche, arroz y azúcar para los comités chavistas, que se multiplicaban. Eran esas masas las que apoyaban a rabiar al comandante y marchaban como fieras por las calles para apedrear a los locales de los diarios de oposición, para agredir a políticos que reclamaban democracia a un presidente que se había atornillado en el poder. Esperamos que eso nunca suceda en el Perú. Apago el televisor.

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