Este Búho recibe correos de jóvenes lectores que me dicen: ‘Parece que te pusiste muy drástico al escribir de que si no se descubre la vacuna contra el vamos a volvernos una sociedad desconfiada por nuestra propia supervivencia, al sostener que para impedir el contagio hasta optaremos por -con el dolor de nuestro corazón- evitar que nos visiten amigos y familiares en nuestras casas, no solo por el contagio, sino por lo embarazoso de someterlos a una ‘fumigación’ obligatoria en la puerta del domicilio. ¿Tanto así?’.

Efectivamente, escribí eso y me reafirmo. La tesis principal de esa columna era esta: ‘Hasta que no se descubra la vacuna, ya nada será como antes en casi todos los aspectos de nuestra vida cotidiana: trabajo, relaciones sociales y culturales’. Y esto iba a significar un cambio radical en nuestra forma de vida, sobre todo después que se termine la ‘cuarentena social obligatoria’ y donde, seguramente, millones se volcarán a las calles creyendo que ‘ya no pasa nada’ y que todo será ‘igual que antes’. ¡¡Por favor!! Según los cálculos de especialistas independientes, la curva de contagios seguirá para arriba. Entonces, el virus esperará como un manjar a estos ejércitos de ‘suicidas’ que, ante la falta de bares, organizarán polladas, ‘encerronas’ en casas y locales, y la situación se volverá insostenible, como en Iquitos. Porque actualmente con restricciones, en los hospitales no hay ni mascarillas para las enfermeras y técnicos que ‘protestan con plantones todos los días’, y menos habrá oxígeno y respiradores mecánicos para los contagiados de la calle.

Miren el terrible ejemplo de Corea del Sur y ahora Chile. Creyeron haber controlado la pandemia y en Seúl surgió un terrible rebrote desde las reabiertas discotecas, y en Santiago tuvieron que volver a decretar la cuarentena también por el rebrote. Este virus es muy traicionero, piensas que lo venciste y viene un repunte cuando menos lo esperas. Entonces, ¿qué es lo que queda a las personas sensatas, que valoran su vida y la de su familia? Solamente cumplir un estricto ‘aislamiento social voluntario’. Porque Vizcarra no saldrá a decírtelo todos los días en la tele.

No puede ser posible que todo el mundo quiera ir a comprar fruta al Mercado Mayorista de La Victoria. Dejemos que los minoristas vayan y lleven la fruta a los comercios de nuestro barrio, descongestionados y que no son focos infecciosos. Nuestra vida vale más que un par de soles que ahorramos por algunas manos de plátanos. Si los mercados no adoptan el sistema de colas de ingreso reguladas tipo Plaza Vea, serán cerrados y podrían imponerse las ferias municipales en parques y canchas deportivas que están vacías.

En el plano cultural, los cines y los teatros tendrán que adaptarse a los nuevos tiempos. La entrañable industria cinematográfica da trabajo formal a miles de personas a nivel nacional y es una de las más golpeadas. También el teatro, en menor escala, da empleo a un ejército de actores y personal detrás del telón, que también se han quedado sin su sustento. En algún momento, ambas actividades volverán a funcionar, pero con sustanciales modificaciones. Olvídense de los cines llenos. Operarán con tres filas espaciadas de tres. A los que les gusta conversar en el cine de lado a lado, contar la trama al oído de la amiga o estar ‘chapando’ con la enamorada sin ver la película, serán historia en estos nuevos tiempos que se vienen. Seguramente subirán el precio de las entradas. Los anunciados ‘autocines’, por ser muy elitistas, no serán competencia para los cines, pero sí una buena alternativa para quienes desde sus hogares mantienen un rígido aislamiento obligatorio y el automóvil les permite extenderse desde sus casas al cine sin juntarse con nadie.

Corea del Sur es uno de los países en los que algunos autocines han adquirido una nueva vida, como este en la capital, Seúl. (AFP/Getty Images)
Corea del Sur es uno de los países en los que algunos autocines han adquirido una nueva vida, como este en la capital, Seúl. (AFP/Getty Images)

El teatro duramente golpeado se viene recuperando y presentando funciones ‘online’ con buenos resultados. Pero los actores, que viven del aplauso del público, desean volver a las tablas. También para ese público, cuando reabran los teatros, habrá distanciamiento obligatorio de tres butacas. Siendo salas pequeñas, se tendrá que incrementar el precio de las entradas, que ya son caras. Será un reto para el bolsillo de un público más ‘culturoso’, que seguramente seguirá fiel al teatro nacional. Porque este virus diabólico tampoco va a matar a la cultura. Apago el televisor.

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