El Búho, el columnista más leído del Perú.
El Búho, el columnista más leído del Perú.

Este Búho mantiene los ojos bien abiertos y observa con preocupación la coyuntura política. Es realmente indignante que un admirador de la terrorista Edith Lagos presida el Consejo de Ministros y tenga a su servicio a valerosos policías las 24 horas del día. También es irónico y vergonzoso que en adelante las Fuerzas Armadas tengan que rendirle honores a un personaje que alguna vez dijo, suelto de huesos, sobre esos años de terror: ‘El país estaba en un desastre, hubo peruanos que equivocadamente tomaron un camino, ¿son peruanos o no? Por eso tienen sus derechos. ¿Qué tienes contra los senderistas?’.

Mi padre fue soldado raso y patrulló las accidentadas montañas de Ayacucho cuando Sendero Luminoso hizo de aquella región su carnicería. Acampaba al acecho de emboscadas, soportando hambre y frío, y con la incertidumbre de saber si regresaría vivo o, al menos, completo. Allá sus compañeros murieron dinamitados, él mismo fue herido de bala, padeció durante tres años los desquicios de un grupo criminal que buscaba el poder absoluto a sangre y fuego. Años después, varios integrantes de su promoción sufrirían lo que la ciencia llama ‘estrés postraumático’, un trastorno psicológico que altera el sueño, el carácter, las emociones. Muchos no volvieron a ser los mismos, pero estoy seguro de que, muy a pesar de ello, vestirían el uniforme militar si su patria así lo requiere. Ya en casa, con mi viejito, pasamos largas noches frente al pesadísimo televisor modelo Grundig Monolith y con la ayuda de un VHS achacoso, de segunda mano, que funcionaba a golpes, mirando ‘La boca del lobo’, película de Francisco Lombardi. Entonces, al jubilado soldado que estaba a mi costado se le venían los recuerdos a borbotones. El escenario es el pueblito ficticio de ‘Chuspi’, en Ayacucho.

Allí la población vive en medio del fuego cruzado entre policías y senderistas. A estos últimos nunca se les ve, pese a que asesinan, pintarrajean y realizan atentados, lo que genera un clima claustrofóbico, de tensión permanente. La película es cruda, sin maquillaje, ni edulcorantes de lo que fue la peor época en nuestra historia. En uno de sus papeles mejor realizados, el actor peruano Toño Vega encarna al policía ‘Vitín Luna’, un efectivo sensato, con valores, que trata de no cometer abusos con la población campesina. Su antagonista es ‘Kike Gallardo’ (interpretado por José Tejada), racista, que desprecia a los pobladores y considera a todos terroristas. Ambos son liderados por el teniente ‘Iván Roca’ (Gustavo Bueno), un oficial con antecedentes siniestros que enfrenta a sus propios demonios.

Para muchos especialistas del cine, en esa película podemos ver una de las mejores escenas que se hayan podido rodar en este país: cuando ‘Vitín Luna’ y el teniente ‘Iván Roca’ se enfrentan en la ruleta rusa. Otros cinéfilos consideran que es una de las más polémicas y valientes, pues se filmó en 1988, en pleno apogeo subversivo. Entonces fue preseleccionada a los premios Oscar, pero no logró competir.

La última vez que repetimos la película fue hace unos cinco años. La habíamos conseguido en DVD y la calidad era algo mejor, aunque muy pronto el disco se rayó. Aquella noche, después de verla, mi padre dijo con cierta tranquilidad: ‘Felizmente esas épocas de terror ya pasaron’. Lamentablemente esa afirmación hoy es inexacta. Esos personajes sanguinarios, culpables de más de 70 mil asesinatos, parecen estar más vigentes que nunca. Y como si fuera poco ¡hay quienes admiran a esa gente insana! Una triste imagen en nuestro Bicentenario, porque nuestro Perú no se lo merece.

Apago el televisor.


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