Este quiso aprovechar que el presidente Martín Vizcarra se ha tomado algunos días sin brindar sus esperadas conferencias, para abrir sus ojazos, su mente, y reflexionar sobre lo que nos deparará como sociedad, en todos los aspectos de nuestras vidas, esta terrible pandemia que nos está tocando enfrentar.

Todavía estamos en cuarentena, en aislamiento social obligatorio y toque de queda, pero estas medidas gubernamentales van a tener que terminar y ahí, creo, empezarán los problemas. Muchos piensan y hasta están haciendo planes para salir a ‘hacerla’ con sus amistades: ‘Ya, hermanito, somos los que somos’. Alucinan que todo va a volver a ser como antes de la pesadilla. Craso error.

Pese a las restricciones, la ‘curva’ no se aplana y ya pasamos los 2 mil muertos en menos de dos meses. Este columnista habrá nacido de noche, pero no anoche, y tiene claro que la única manera de mantenernos a salvo de este virus silencioso, traicionero y letal, es seguir los protocolos sanitarios que nos recomiendan los especialistas en todos los medios de comunicación. Hasta que no se descubra la vacuna contra este mal, tendremos obligatoriamente que cambiar drásticamente nuestros hábitos sociales. Ya nada será igual que antes. Y eso nos parecerá incómodo, hasta embarazoso.

Muchos preferirán evitar visitas de amigos y parientes a su casa, por no someterlos a la obligatoria ‘fumigación’ antes de dejarlos ingresar al hogar, porque uno solo confían plenamente en quienes comparten su aislamiento diario, y los amigos o familiares, sin quererlo, pueden llegar infectados. El virus nos obligará a volvernos una comunidad ‘desconfiada’ por nuestra propia supervivencia. Porque este mal no es como el sida o el cólera. Con el sida tú sabías lo que debías hacer para no contagiarte (usar preservativo, evitar la promiscuidad sexual), y en el caso del cólera hervir el agua para tomar, higiene y desinfectar las verduras, frutas o comer solo pescado cocido o frito. En cambio, no hay nada que podamos hacer contra el coronavirus, que no sea mantener la distancia estipulada, la constante desinfección de manos y zapatos, evitar los lugares donde el virus se paseará ‘como Pedro en su casa’, como las aglomeraciones en mercados, discotecas, bares, conciertos, cines y estadios. No es casualidad que los tres países europeos con mayor número de contagios y muertos son los que concentraron una muy elevada cantidad de hinchas en los estadios en pleno inicio de la pandemia: Inglaterra, Italia y España.

El distanciamiento social obligatorio será al inicio durísimo, en una sociedad cariñosa y ‘juerguera’ por naturaleza. Nada del clásico abrazote al amigo o el besito a la amiga. No hay visos de que le den ‘luz verde’ a los bares. Y así lo hagan, puede ser suicida asistir. De madrugada, con muchos tragos encima, todos se van a relajar y el contagio estará latente. Ni qué decir de las discotecas. Miren el terrible caso de Corea del Sur, un país tomado como ejemplo de control del virus. El gobierno se confió pensando que ‘había controlado’ la enfermedad y ‘flexibilizó’ las restricciones, y hasta permitió el funcionamiento de discotecas y locales nocturnos. El fin de semana se encendieron las alarmas: Un nuevo rebrote puso en jaque a las autoridades sanitarias. Inmediatamente, lo detectaron en una ‘zona roja’, donde funcionan cinco discotecas. Allí se inició el rebrote. Con tecnología de punta ya detectaron a dos mil asistentes y los sometieron a pruebas y al aislamiento, y ahora están a la ‘caza’ de las otras tres mil personas por los GPS de sus celulares, pues en esos locales se registra estrictamente el ingreso. Eso es imposible hacer en el Perú. Si uno no quiere llegar ahogándose y morir en la puerta de un hospital o clínica, porque no hay respiradores mecánicos y todo ha colapsado, es mejor que asimilen que deberemos seguir conviviendo con el virus diabólico, pero evitándolo con el ‘aislamiento social voluntario’. Pero no solo en el aspecto social las cosas van a cambiar radicalmente. En el periodismo, la premisa es que ‘la noticia está en la calle’. Los periodistas son ‘callejeros’ por naturaleza, llegando al lugar más inimaginado para obtener la ‘pepa’. Sin embargo, en esta emergencia y ante los peligros de contagio, son unos pocos los escogidos para hacer el trabajo más riesgoso de recorrer los ‘focos’ de la pandemia. Los periódicos están trabajando en condiciones difíciles, en situación casi de guerra y, de manera heroica, sus periodistas, personal administrativo y trabajadores de producción e imprenta brindan un producto que no baja en un ápice su calidad, porque los lectores que salen de su casa solo parar adquirirlo en su quiosco lo tienen bien merecido.

Apago el televisor.

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