En una granjita vivían dos gallos que desde polluelos se llevaron muy bien, eran como hermanos. Se turnaban para cantar por las mañanas y compartían la tarea de dirigir el corral. Esta armonía se vio afectada cuando llegó una hermosa gallina que los cautivó a primera vista.

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Por eso, cada uno colmaba de atenciones y detalles a la gallina. Si uno le lanzaba un piropo, el otro le regalaba los mejores granos de maíz del comedero. Si uno cantaba bien, su contrincante en el amor intentaba hacerlo más alto para demostrarle la potencia de su voz.

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Esta situación acabó convirtiéndose en una auténtica rivalidad. Los gallos empezaron a insultarse y a ignorarse cuando la gallina estaba cerca de ellos. Su amistad empezó a resquebrajarse, tanto que un día organizaron una pelea. El vencedor se quedaría con la linda gallinita.

Salieron al jardín y empezaron a picotearse, fue dura la batalla, pero, al final, uno ganó. Mientras el perdedor se alejaba del lugar llorando de pena y con los ojos morados, el vencedor subió al tejado y empezó a gritar su victoria y a decir que su contrincante era un debilucho. Tanto gritó que un buitre que andaba por allí lo oyó y, a la velocidad del rayo, se lanzó muy enfadado sobre él, derribándolo de un golpe con su ala gigante. El gallo cayó al suelo malherido. Todos en la granja se rieron de él y, a partir de ese día, aprendió a ser más noble, humilde y respetuoso con los demás.

(Adaptación de la fábula de La Fontaine)

Moraleja

Si alguna vez salimos triunfadores de alguna situación, debemos ser humildes y modestos. Comportarnos de manera soberbia, creyéndonos mejores que los demás, suele tener malas consecuencias.

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