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Pese a que somos un país con diversidad de alimentos naturales ricos en nutrientes, estos deben competir contra los productos ultraprocesados que tienen diferentes aditivos cuya interacción con nuestro organismo están siendo estudiados por sus efectos nocivos.

¿Qué son los aditivos?

Son sustancias que se les añaden a los alimentos para mantener o mejorar su frescura, sabor, inocuidad o su aspecto”, explica la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los beneficios de los aditivos son la durabilidad de los mismos y la mejora de la textura de los alimentos. Además, de potenciar los sabores, a los que nuestro paladar se acostumbra fácilmente.

Ana Aristizábal, ingeniera en alimentos de la Universidad de Antioquia y magíster en Innovación Alimentaria y Nutrición de la Corporación Universitaria Lasallista explica a la web que “si bien en su mayoría los aditivos tienen unos límites para su dosificación y cuentan con estudios de toxicidad, los consumidores estamos expuestos cada vez más a un mayor número de productos procesados y en países desarrollados se ha empezado a restringir el uso, porque la evidencia científica reporta efectos tóxicos nocivos y mutágenos”.

  • Tartracina o tartrazina: Un aditivo de la familia de los colorantes ampliamente usado en la industria por su capacidad para conferir a los alimentos un color amarillo y naranja. Su frecuente consumo puede estar asociado a alergias, asma, y urticaria.
  • Glutamato monosódico: Dentro de los intensificadores o potenciadores de sabor se encuentra el glutamato monosódico (GMS), que está presente en productos enlatados, carnes procesadas, chuchería, etc. Es asociado a reacciones como enrojecimiento, alergias, dolor de cabeza, espasmos musculares y, según la Mayo Clinic, latidos rápidos del corazón o aleteos.
  • Jarabe de maíz: Otro aditivo de la familia de los edulcorantes, encontrado en bebidas, cereales, gaseosas y yogures, es el jarabe de maíz que, según un estudio de la Universidad de Finis Terrae, de Santiago de Chile, puede estar asociado con la obesidad, dislipidemias (concentración alta de lípidos en la sangre, caracterizada por un aumento de los niveles de colesterol), síndrome metabólico y enfermedades cardiovasculares.
  • Sodio: Es un conservante por excelencia; de hecho, es una práctica milenaria aún vigente, pero los valores de muchos productos como jamones, salchichas, atún en lata, papas fritas y hasta bebidas gaseosas pueden estar por encima del 20 % del requerimiento de una persona en un solo producto.
  • Glutamato monosódico: Dentro de los intensificadores o potenciadores de sabor se encuentra el glutamato monosódico (GMS), que está presente en productos enlatados, carnes procesadas, chuchería, etc. Es asociado a reacciones como enrojecimiento, alergias, dolor de cabeza, espasmos musculares y, según la Mayo Clinic, latidos rápidos del corazón o aleteos.

Sobre el glutamato monosódico existe evidencia científica sobre las funciones positivas del glutamato en el organismo, según señaló la empresa AJI-NO-MOTO®. “Una de ellas, el de ser uno de los neurotransmisores más importantes del sistema nervioso central, cuya producción es realizada en el mismo sistema nervioso a partir de glucosa, debido a que, el glutamato proveniente de la dieta, no pueden atravesar la barrera hematoencefálica e ingresar al cerebro”.

De igual manera resaltamos que, más del 95% del glutamato proveniente de la dieta es utilizado como energía para las células intestinales, por lo que su concentración plasmática es relativamente baja, siendo errado concluir que el glutamato de la dieta tiene algún efecto sobre los procesos neuronales”, agregó la empresa.

Tabla nutricional

Los especialistas en nutrición recomiendan aprender a leer la información que los productos nos proporcionan en sus etiquetas y tablas nutricionales. También aconsejan consumir alimentos “con menos de cinco ingredientes” y que estos sean “conocidos para el consumidor”, lo que quiere decir que este producto es más limpio y saludable. Y, comer en menor cantidad los alimentos ultraprocesados.

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