“Algún día te contaré lo que fue este día y que nos fuimos a Rusia con tu mamá”. le escribió esto a su pequeña Niara cuando clasificamos al Mundial del 2018. Pero hoy tiene más que contarle. Porque papá dejó Holanda, la llevó a España, firmó con Celta de Vigo de y se abrazó a un reto que llevará al ‘capitán del futuro’ de la selección peruana a demostrar cuán fuerte es su presente a nivel de clubes.

Renato es un jugador interesante, pensante y equilibrado. De cero escándalos fuera de las canchas, que usa Instagram para anunciar una felicidad personal o familiar y no coquetear con mujeres ávidas de fama. Realizó toda su carrera en Holanda y hoy cambia de país para jugar en una de las cinco ligas más importantes del mundo.

Lo que debe buscar Tapia es el eslabón rendimiento-continuidad. En 2019 fue cedido al Willem II y, tras volver a Feyenoord solo estuvo en 18 partidos (9 de iniciando de titular) en todas las competiciones. ¿Por qué? Si bien es inteligente para pasar la pelota, muchas veces no tiene la velocidad para buscarla.

Ese es un punto casi ‘mortal’ en LaLiga. La intensidad del torneo te obliga a aumentar tus reflejos, a tener la capacidad casi instantánea de pasarla y hacerlo bien. Tapia debe adaptarse, enlazarse en Celta con Pione Sisto y Iago Aspas y está obligado a buscar más el remate de larga distancia. Es eso, o la banca de suplentes.

Tapia fue voceado para ir a Cruz Azul y eligió bien: permanecer en Europa. Ahora debe lograr que el ‘viejo continente’ sea quien quiera retenerlo. Ser un Claudio Pizarro o Jefferson Farfán y no un Jean Deza. El camino está en sus manos y en sus piernas. El contrato es hasta 2024 y el sueño hasta mucho más allá.

Así el relato a la pequeña Niara, será más feliz.



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