Por: Miguel Ramírez (Periodista de investigación)

“¿Eso qué tiene que ver, Mávila? Eso es un golpe bajo. Yo no me escudé en la inmunidad parlamentaria. Eso fue archivado no solo en el Congreso, sino también a través del fiscal de la Nación porque no hubo nada”.

Así respondió, con una ira incontenible, .

Chehade –gestor del mamarracho que les brinda más impunidad a los congresistas y desprotege al presidente de la República y a altos funcionarios del Estado- cree que los peruanos no tenemos memoria.

En ese suceso que tanto lo irrita, fue encontrado responsable y se salvó de ser echado del Congreso porque decidió, en contra de su voluntad, renunciar a la vicepresidencia de la República.

Todo ocurrió en octubre del 2011 cuando Chehade era parlamentario y segundo vicepresidente del mandatario Ollanta Humala. La destacada periodista Romina Mella, de IDL-Reporteros, destapó que Chehade y su hermano citaron en el restaurante ‘Las Brujas de Cachiche’ a tres generales de la policía. Les pidieron que tomaran unos terrenos que reclamaba el grupo Wong.

Uno de los ellos era el general PNP Guillermo Arteta, a quien le correspondía realizar dicha acción. El hermano de Chehade le ofreció apoyo logístico y una retribución económica por el desalojo. El general se negó. Pidió una orden judicial para hacerlo. Días después, Arteta fue pasado al retiro y contó lo ocurrido.

La publicación desató una ¡tormenta política! Chehade negó los hechos con un cinismo notable. “El tema de Andahuasi nunca se tocó. La mentira del general Arteta quedará grabada en los anales de la historia”, dijo.

Sin embargo, una investigación congresal confirmó los hechos. Fue acusado por patrocinio ilegal, cohecho activo, tráfico de influencias y falsedad genérica. Y se pidió su destitución inmediata.

Todo quedó en manos de la Comisión Permanente. Incluso, el mismo presidente Ollanta Humala le dijo públicamente que diera “un paso al costado”. Desde allí empezó su odio hacia Humala y su esposa Nadine Heredia.

La suerte de Chehade estaba echada. La mayoría de esa comisión iba a votar por su destitución. Fue en ese momento que Chehade –engullendo su conocida vanidad- renunció a su cargo de vicepresidente, al que se había aferrado desde que fue descubierto. Con esa acción logró salvar su puesto y sus gollerías de congresista.

El hermano de Chehade fue sentenciado y enviado a prisión, pero el parlamentario se mantuvo como tal por cinco años. Un fiscal de la Nación, siempre proclive a proteger a funcionarios corruptos, decidió no denunciarlo.

Chehade era un cadáver político que resucitó y volvió con una nueva máscara. Pero –como bien dijo el presidente estadounidense Abraham Lincoln- “se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo un pueblo todo el tiempo”. Nos vemos el otro martes.


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