El Congreso le negó la confianza al gabinete encabezado por Pedro Cateriano | Foto: GEC | TROME
El Congreso le negó la confianza al gabinete encabezado por Pedro Cateriano | Foto: GEC | TROME

POR: MIGUEL RAMÍREZ / Periodista de investigación

Si el gran Gabriel García Márquez viviera, se sentiría ofendido. Macondo, el pueblo irreal que creó para varias de sus novelas, fue superado largamente por el actual Congreso.

En un hecho nunca antes ocurrido, y mientras miles de peruanos mueren por la maldita pandemia, la mayoría de congresistas decidió no darle la confianza al premier Pedro Cateriano, lo que provocó su salida en menos de un mes.

Su caída estaba cantada. Apenas fue nombrado, el fujiaprismo encendió al máximo su maquinaria para echar de su cargo a Cateriano, su principal enemigo y batallador incansable de las corruptelas de sus líderes, Keiko Fujimori y Alan García. Se la tenían jurada.

Solo les bastó recurrir a dos de sus aliados: Acción Popular y Alianza Para el Progreso. Astutos como siempre, cuando la suerte del premier ya estaba echada, varios congresistas fujimoristas votaron a favor de Cateriano, para dar la apariencia de ‘demócratas’. ¡Tremendo cuentazo!

Cateriano se fue denunciando presiones para sacar a ministros, a cambio de que le otorgaran la confianza, a lo que él se negó rotundamente. La conformación del nuevo gabinete apunta a confirmar que, tras su desembarco, el presidente Martín Vizcarra cedió a esas imposiciones.

Vizcarra, por ejemplo, puso en su reemplazo al general Walter Martos, quien era ministro de Defensa. Martos ha tenido un trabajo notable en la pandemia, pero no tiene un perfil político de nivel para enfrentar al manicomio congresal.

Sacó a los ministros Martín Ruggiero y Rafael Belaunde, quienes fueron puestos por Cateriano.

La gran duda de Vizcarra era qué hacer con el ministro de Educación, Martín Benavides, cuya cabeza le fue pedida a Cateriano. Según fuentes gubernamentales, Vizcarra estaba por cambiarlo. Tenía, incluso, el nombre de su reemplazo, quien fue llamado por teléfono por uno de sus asistentes.

Pero en la víspera de su decisión, tuvo una reunión con su entorno moqueguano, que ha vuelto a tomar preponderancia. Le dijeron que sacar a Benavides traería abajo su popularidad. “Hay que esperar qué pasa con su interpelación”, le aconsejaron.

Mantener a Benavides significaba entregar una cabeza para sus opositores en el parlamento. La elegida fue la ministra de la Mujer, Gloria Montenegro, una de sus más fieles colaboradoras. Además de su destacado trabajo, Montenegro era la más política de sus ministras y dura crítica del Congreso pasado y del actual.

“Yo lo hubiese cerrado hace tiempo”, dijo una vez, antes de que se disolviera el nefasto parlamento anterior.

En su reemplazo nombró a Rosario Sasieta, una abogada mediática, cuya designación fue aplaudida por el fujiaprismo. Sasieta postuló al Congreso por el Apra en las elecciones del 2016, cuando Alan García y Lourdes Flores conformaron una alianza tragicómica.

El nuevo gabinete tiene casi asegurada su aprobación. Es hora de dejar de lado las rencillas y enfrentar juntos al demonio de la pandemia, que no cesa y continúa imparable. Nos vemos el otro martes.

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