Hace 37 años, el psicólogo Mario Poggi saltó a las primeras planas de los medios tras el asesinato del supuesto 'Descuartizador'.
Hace 37 años, el psicólogo Mario Poggi saltó a las primeras planas de los medios tras el asesinato del supuesto 'Descuartizador'.

Cabello verde, al estilo ‘Joker’, gafas gruesas y una pipa entre los labios. Así lo recuerdan muchos. Pasó sus últimos días en una banca del Parque Kennedy, leyendo las cartas, vendiendo sus libros o haciendo psicoanálisis al paso. Pero muchos años antes de ser inmortalizado como el ‘Loco’, Mario Poggi Estremadoyro fue un respetado psicólogo que fue contratado por la ahora extinta PIP (Policía de Investigaciones del Perú) para tratar de arrancar una confesión del asesino Ángel Díaz Balbín, quien era el principal sospechoso de una serie de descuartizamientos que estremecían Lima a mediados de los 80.

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No lo logró, pese a sus peculiares y crueles métodos, pero en cambio lo asesinó, dentro de una dependencia policial, al estrangularlo con su correa. “Soy un héroe, los salvé de un monstruo”, aseguró, pasando para siempre a la historia de los crímenes más famosos del país.

Antes de ser señalado como el ‘Descuartizador de Lima’, a Ángel Antonio Díaz Balbín se le conocía como el ‘Vampiro de Breña’. En 1976 había asesinado a puñaladas a su tía, Genoveva Díaz, y a sus dos primos menores de edad. También era el principal sospechoso de la muerte de la italiana Nina Barzotti y fue encerrado en el penal de Lurigancho.

En 1985, y debido a su buena conducta, comenzó a gozar de la condición de semilibertad o ‘libertad vigilada’. Esto le permitía tener salidas transitorias para estudiar o trabajar hasta que se cumpliera su condena.

​Mario Poggi cometió su crimen el 9 de febrero de 1986
​Mario Poggi cometió su crimen el 9 de febrero de 1986

Precisamente por aquellas épocas, entre enero de 1985 y diciembre de 1986, comenzaron a aparecer bolsas negras con cuerpos desmembrados en los basurales y zonas descampadas de Lima. La primera víctima había sido una prostituta Una prostituta que había sido vista en la avenida Arequipa acompañada de un joven alto, fornido y con rasgos morenos.

La Policía notó que las salidas de Balbín coincidían con la aparición de restos humanos y se convirtió en el principal sospechoso. Además, había trabajado un tiempo en una carpintería y sabía utilizar el serrucho. Fue retenido nuevamente y la prensa comenzó a llamarlo el ‘Descuartizador de Lima’. Solo faltaba su confesión.

MARIO POGGI, “EL DOCTOR LOCO”

Los detectives no lograban hacerlo hablar, así que el comandante Víctor Cueto Candela, jefe por ese entonces de la División de Homicidios, convocó a Poggi, quien había dictado cursos de psicología criminal en la Escuela de Oficiales de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP), entre 1981 y 1982.

Poggi, que había realizado estudios en el Perú y Europa, aunque sin llegar a concluir ninguno, quedándose con el título de bachiller, comenzó a emplear polémicos métodos para tratar de arrancarle una confesión. El psicólogo estaba completamente seguro de que Díaz Balbín era el responsable de los descuartizamientos. Lo provocaba quitándole la comida y mostrándole fotografías de los cuerpos desmembrados, pero el sospechoso, aunque dócil en los interrogatorios, se mostraba impenetrable.

Portada de la revista Caretas
Portada de la revista Caretas

El estrafalario profesional necesitaba la confesión, pues los policías le habían dicho que no le pagarían si esto no ocurría. Al cuarto día y, ante el temor de que sea liberado por falta de pruebas, Poggi decidió acudir a los medios para ejercer presión y ganarse un dinero extra. Tras ser rechazado en algunos diarios, fue a la revista ‘Caretas’, donde logró contactar con el legendario periodista Jorge ‘Negro’ Salazar. Entregó todos los archivos del caso y las grabaciones de sus conversaciones con el detenido a cambio de un pago y coordinó una sesión de fotos.

El reconocido fotógrafo Víctor Chacón Vargas fue el asignado a acudir al singular interrogatorio. “Le puso una correa, le indicó que tenía que cortarle los brazos a un muñeco, hablaban de formas de cortar cuerpos. Poggi amenazó a Balbín de muerte, pero nadie le tomó en serio porque creyeron que era parte del estudio”, recordó el gráfico en una entrevista con un medio argentino.

DE PSICÓLOGO A ASESINO

Pero su jugada no resultó. Díaz Balbín seguía sin confesar y el tiempo de la prisión preventiva comenzaba a agotarse. La noche del 9 de febrero de 1986, el psicólogo se volvió loco. Primero pidió que el trajeran al sospechoso con las manos esposadas a la espalda e hizo salir al guardia. Cuando estuvieron solo los dos, lo hizo desnudarse y se quitó él también la ropa. Su intención era excitarlo y que le demostrara cómo violaba a sus víctimas. Pero el acusado no reaccionaba a sus provocaciones. Entonces lo acostó boca abajo y ajustó su correa alrededor del cuello de Días Balbín. Puso su pie sobre la cabeza del imputado y jaló con todas sus fuerzas. “¡Así, no te muevas, no te muevas! ¡No te muevas, asesino! ¡Asesino, asesino! ¡Ya no matarás a nadie asesino! ¡Maldito!”, le gritaba.

Tras cometer su crimen, Poggi se vistió y salió de la habitación del viejo local de la policía de Homicidios de la avenida España a confesar su asesinato a los detectives. “Salvé a la humanidad, acabé con el monstruo”, gritaba entre lágrimas. Sin embargo, y aunque Poggi lo negara siempre, los cuerpos desmembrados siguieron apareciendo por un tiempo más. Él fue condenado a doce años de prisión, pero solo estuvo cinco años preso en el penal de San Jorge, pues en 1991 fue beneficiado por la ley de despenalización.

EL PERSONAJE

Al salir, y sin poder ejercer su profesión, nacería el ‘Loco Poggi’. Se presentó en programas cómicos, escribió tres libros (“Mi primer pajazo”, “Yo sé que soy un imbécil” y “El decálogo de la correa vengadora”) que él mismo vendía en la calle y hasta protagonizó su propia película autobiográfica ‘Mi crimen al desnudo’, de Leónidas Zegarra, un film de bajo presupuesto y con tintes eróticos que se estrenó en 2001.

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En el año 2006 incluso anunció su candidatura la presidencia del Perú. Finalmente, falleció, a los 73 años, el 26 de febrero del 2016, tras sufrir dos paros cardíacos, aunque muchos aún lo buscan por las bancas del Parque Kennedy. “Era su lugar favorito. Me gustaba venir a hablar con él. Siempre fue muy misterioso y tuvo dos versiones de esa historia. Cuando estaba bien, me dijo que él no lo había hecho, sino que había sido culpado por la policía. Tiempo después, me dijo que sí lo había asesinado”, contó su sobrina, Melissa Poggi.

Así lo recuerdan muchos. Con cabello verde y en una banca del Parque kennedy
Así lo recuerdan muchos. Con cabello verde y en una banca del Parque kennedy

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