| Crónica

La tarde del sábado 7 de julio de 2001, la tranquilidad de la calle Las Trinitarias, en Chacarilla, un barrio limeño de clase media alta, se vio interrumpida por unos gritos desgarradores y luego sirenas de patrulleros. Esta historia paralizó a todo el Perú. Juan Clímaco Basombrío Pendavis, un aparentemente inocente joven de 19 años y ex alumno del exclusivo colegio Santa María, había asesinado brutamente con un martillo a la adolescente Alexandra Brenes (16), dejado en coma a la empleada doméstica Ida Merino (26), y herido gravemente Sebastián Brenes (18) y Carlos Lescano (19).

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¿Qué había pasado por su cabeza? ¿Cuáles fueron sus motivaciones? Van más de 20 años del caso que dejó en shock a todo el país, y copó las portadas de los diarios durante semanas, y el tristemente célebre ‘Loco del Martillo’ podría salir pronto en libertad. A continuación, el relato.

Todo empezó a las 2 de la tarde de aquel sábado. Clímaco acudió a la casa de los Brenes Hagues para visitar a su amigo Sebastián, excompañero del colegio, para felicitarlo por su ingreso a la . Una hora y media después, se sumó Carlos Lescano, quien llegó para ensayar con Sebastián, pues ambos tenían una banda de rock llamada ‘Canchita Serrana’.

Clímaco no tocaba ningún instrumento, pero lo invitaron a quedarse. Después de practicar por un buen rato en la azotea y, mientras seguían escuchando música, habrían tomado algunas drogas. El examen toxicológico arrojaría después que Basombrío consumió cocaína ese día, aunque él aseguró a la Policía que le pusieron algo en una gaseosa.

CLÍMACO Y EL DESCENSO A LA LOCURA

Los amigos la pasaban bien y, unos minutos después, Clímaco bajó al segundo piso e ingresó al cuarto de Alexandra, la hermana menor de su amigo, para realizar una llamada. Al salir de la habitación, se encontró con la empleada de la casa y entonces perdió la razón.

“Sobre el piso vi un martillo, lo cogí y, sin motivo alguno, volteé y observé a la empleada que se encontraba de espaldas. Me acerqué a ella, la agarré de sorpresa y ella comenzó a gritar. Yo le decía que se calle, pero no me hacía caso y le propiné un golpe con el martillo en la nuca y otros más, pero esta seguía con sus gritos, por lo que la arrastré a su dormitorio y, al encontrarse boca arriba y gritando, la comencé a golpear varias veces en donde le caiga, quedando inconsciente sobre el piso”, confesó Basombrío a la Policía.

En ese momento apareció Alexandra llamando a Ida. Él le dijo que se había caído por las escaleras. Ella vio la sangre en sus manos y no le creyó. Comenzó a gritar. Su corta vida estaba por llegar a su fin.

“Le tuve que propinar un golpe con el martillo en la nuca y cayó al piso, pero seguía gritando. La agarré del polo a la altura del hombro y la arrastré por el piso con dirección a su habitación. Le propiné varios golpes de puño en la boca y, como no se callaba, agarré un cojín y se lo puse en la boca para que no siga gritando. La volteé y la coloqué boca abajo, ejerciendo presión con mi otra mano para que no se pare, comenzando a golpearla con el martillo en la cabeza varias veces hasta que se calló”, fue su escalofriante testimonio.

Preso de su locura, Clímaco no huyó sino que llamó a gritos a su amigo. Cuando Sebastián bajó, lo sorprendió con un martillazo en la cabeza. Este no perdió el conocimiento y pidió auxilio a Carlos.

Entre ambos lograron quitarle el martillo, pero Clímaco cogió un adorno y golpeó a Carlos en el rostro. Sebastián regresó con el vigilante de la cuadra y lograron controlarlo. Después llegaría el Serenazgo y la Policía. La casa parecía el escenario de una película de terror, una sanguinaria y macabra escena cinematográfica. Una muchacha asesinada, una mujer en coma y sangre por todas partes.

CLÍMACO BASOMBRIÓ: “NO ESTOY LOCO”

“No estoy loco”, repetiría luego a los detectives y a los periodistas que lograron entrevistarlo años después. y los exámenes siquiátricos a los que fue sometido durante el proceso judicial así lo demostraron.

Fue por esa razón, el juzgado rechazó el pedido de imputabilidad planteado por la defensa y fue condenado a 20 años de prisión el 16 de febrero de 2002. Sus pedidos de liberación anticipada por buena conducta fueron denegados en los últimos años, pero finalmente el año pasado cumplió su condena.

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Hoy la familia Brenes Hagues vive en Estados Unidos, mientras Ida Merino pudo recuperarse y rehacer su vida. No obstante, ella nunca recibió ni un sol de los S/400 mil que impuso el Poder Judicial como reparación.

Basombrío Pendavis cumplió su condena y salió de la cárcel a los 39 años. Además, habría salido del país el año pasado.

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