Por: Johnny Valle

Un día miraremos para atrás, Emilio. Y sobre esa bruma espesa que deja la pandemia estarán ellos. Entonces entenderás que los héroes no utilizan capas, ni lanzan telarañas, ni vuelan, ni se enfrentan a monstruos amorfos gigantes.

Sabrás, como yo lo sé ahora, que cargan estetoscopios sobre el hombro, viajan en patrullas durante las madrugadas frías y caminan por la ciudad con una escoba de paja.

Te explicaré, hijo, que a pesar de no tener superpoderes, ellos salvan vidas y ordenan el caos.

Te hablaré de este año, de este mes, de este día, en que la gente muere por culpa de un virus que llegó desde el otro lado del planeta. Que para sobrevivir nos quedamos en casa, mientras ellos salen a las calles. Y lo hacen. Y llevan en el rostro el gesto valiente de quien está dispuesto a poner el pecho por el otro. Así, dejan a sus papás, a sus mujeres y sus hijos durante días, semanas o meses, para cubrir largas jornadas de trabajo.

Te diré que nadie quiere estar lejos de casa cuando el mundo se cae. Y en estos días el mundo se cae. O eso pensamos. O eso sentimos.

Y ellos, además de batallar contra un virus, lo hacen contra la irresponsabilidad e indiferencia de muchos compatriotas, contra la ineficiencia de un Estado que algunas veces les da la espalda. Eso te advertiré.

Temo, Emilio, que también te contaré que los héroes se cansan, pierden, caen, mueren. Cuando eso sucede, el mundo siempre se vuelve un poco más triste y más gris. Entonces oiremos esa canción hermosa de Serú Girán: ‘No estés solo en esta lluvia. / No te entregues, por favor. / Si debes ser fuerte en estos tiempos / para resistir la decepción / y quedar abierto en mente y alma, / yo estoy con vos’.

Un día miraremos hacia atrás, hijo, y te confesaré que, mientras escribo esta columna, pienso en tu futuro, en el mundo que te estoy dejando y aunque todo es desolador, hay esperanza. Porque aún en el mundo existen personas capaces de entregarlo todo por nada. Te comentaré que eso es, precisamente, lo que hacen los verdaderos héroes, regalarnos esperanza en medio del desconcierto.

Recordaré que mientras escribo este texto, tú juegas a ser Spiderman y saltas por los muebles de la sala con la agilidad de tus 4 añitos, fantaseando tal vez que trepas los rascacielos de Nueva York.

Pero los héroes de nuestra realidad no trepan edificios interminables, pequeño. Caminan entre nosotros, padecen como nosotros, sufren como nosotros, y a pesar de ello cada día se levantan de sus camas con esa vocación inagotable que conmueve, con el único objetivo de protegernos desde sus trincheras.

Hijo, te diré que mientras redacto estos párrafos, imagino que reemplazas tus deseos de ser como Peter Parker y sueñas más bien con tener un poquito del coraje de estos hombres que hoy, tercer domingo de junio, ilustran esta página.

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