Sus 40 años de trayectoria, todos en Panamericana Televisión, hacen a José Llaja el camarógrafo más querido y respetado del gremio. Sus ojos -o mejor dicho, sus cámaras- han visto todas las escenas que un humano pueda imaginar (desde o hacer un ). Maestro de periodistas peruanos de renombre, escribe en sus memorias, las que probablemente sean las semillas de su próximo libro. Empecemos con la cuarta entrega, sobre Genaro Delgado Parker:

SU VOZ DE ‘VITO CORLEONE’

fue un tipo inteligente, pendejo, criollo a niveles que lindan con lo delictivo, de mano abierta con sus cercanos, pionero e innovador. Antes de que comiencen a criticar: el que sea perfecto, que tire la primera piedra. Sigamos. Genaro tenía un valor agregado: siempre estaba un paso adelante en comparación al resto. Nadie lo puede negar.

Con su voz de Vito Corleone acuñó la legendaria frase que yo escuché: “Las deudas viejas no se pagan y las nuevas se dejan envejecer”. Y así ‘tiró perro muerto’ a varios de mis colegas, incluso a mí mismo. Pese a todo esto, siempre le tuve ley. O eso quiero creer.

Lo conocí hace cuarenta años, cuando empecé en Panamericana Televisión como chofer. En esos años yo era un muchacho inquieto, que divagaba por el mundo sin preocupaciones y con pocas monedas en los bolsillos, las que me servían para comprarme unos cigarros Inca y a veces unas cervezas. Nada más me hacía falta.

Me gustaba conducir y creo que era bueno en ello. En mis tiempos libres garabateaba en mi libreta y son esos apuntes los que hoy me sirven para escribir estas memorias.

Entonces, les decía, yo manejaba una camioneta Isuzu amarilla y estaba cuadrado en la Esquina de la Televisión, la esquina más famosa de la Avenida Arequipa, cuando él bajó por las escaleras con un terno celeste brillante de corte francés. Tenía el cabello a lo David Hasselhoff en Baywatch y era alto, muy alto.

ꟷCómo te llamasꟷ, me preguntó.

ꟷJosé Llaja, señorꟷ, le respondí.

ꟷOk, Joséꟷ, dijo. Y ahí quedó.

UNA MANSIÓN EN LOS CERROS DE LA MOLINA

Muchas veces reemplacé a su chofer personal, el ‘Negro’ Hidalgo, a quien Genaro le regaló un hermoso ‘escarabajo’ beige. Así pude conocer su casa en Las Casuarinas. En realidad, era una mansión y para llegar a ella, el broadcaster de la televisión peruana había mandado a hacer una carretera. Esa residencia fue una de las primeras-quizá la primera- que se levantó sobre los cerros de La Molina, que hoy son inaccesibles por su exclusividad. Hasta en eso se proyectó.

Pero fueron muchos años después, cuando yo ya era camarógrafo y él se había mudado a Miami a vivir, cuando entablamos una amistad que se prolongaría hasta el día de su muerte, hace cuatro años.

En 2006 era director periodístico Alejandro Guerrero, y a pedido de Genaro nos envió de comisión a Miami, Estados Unidos. Allá se realizaría un festival de marinera y una de las participantes era la hija de ‘Papaupa’, la más pequeña, Estrellita.

LOS CAPRICHITOS DE ‘PAPAUPA’

En Miami nos hospedamos en la impresionante casa de Genaro, una mansión en la isla de Key Biscayne, a orillas de un mar de aguas turquesas y arena blanca. Ni el hotel más lujoso tenía esa vista maravillosa a la llamada Bahía Vizcaína de Miami.

Con el reportero Óscar Eduardo Bravo quedamos estupefactos con las vanidades del zar de las telecomunicaciones, sobre todo con la colección de cinco autos que guardaba en su cochera: tres Mercedes Benz, un Dodge Mónaco y un Jaguar, que manejaba su esposa Marcela. En la parte trasera de su residencia, tenía anclado un yate de dos pisos que piloteaba un mayor de la Marina de Guerra del Perú.

Una de las últimas tardes de nuestra estadía, bebimos una copa de whisky frente al sunset. Él no solo era dueño de uno de los canales más importantes de Perú, también era una celebridad y su vida estaba marcada por los escándalos y las polémicas.

Aquella tarde abrió su corazón y, con las mejillas rojas por la bebida, me contó cómo habían sido sus inicios. Aquí lo tengo en mi libreta de apuntes:

Llajita, yo conocí a un cubano pionero de las telecomunicaciones y él me dijo que iba a emprender un negocio y quería un socio, entonces me buscó. Yo era un peruano emprendedor y tenía olfato para los negocios. Entonces el cubano me dijo: “Genaro, si tú me vendes un gran lote de televisores, yo desde Cuba te llevo un transmisor para que levantes la señal en Perú. Tú vendes los televisores y nosotros ponemos el transmisor, te lo prometo. Y con mis tres hermanos nos pusimos a vender como locos televisores en blanco y negro y la gente los compraba sin tener señal. Y cuando vendimos todos, el cubano llegó a Perú y puso el transmisor que había prometido ¡Y magia! Entonces eran esos televisores enormes, con armazón de madera, ahí empieza mi historia. ¡Salud!”.

Genaro Delgado Parker siempre fue un adelantado en tecnología. En esos años ya hablaba de la telefonía celular, de la digitación. Siempre repetía con su voz de capo siciliano: “Hay que estar a la vanguardia. No hay que quedarnos en el mismo lugar”.

Esa tarde estaba nostálgico, pero feliz. Rodeado de su fortuna, contaba secretos que me pidió nunca revelara y no lo haré.

‘AJUSTANDO’ AL ZAR DE LAS TELECOMUNICACIONES

Cuando se acabó el whisky recién tuve valor para hacerle una solicitud que se me había encargado en Lima, como a quien piden una misión difícil, de esas en las que te puedes jugar la vida: pedirle a don Genaro que compre 10 baterías de cámara para el equipo de prensa.

Alejandro Guerrero antes del viaje me había dicho: “No regresas al Perú si no me traes por lo menos 10 baterías de cámara. Dile a Genaro que los compre, porque acá no tenemos”.

Cuando le hice la solicitud, Genaro llamó a su chofer, subimos a su Mercedes Benz, viajamos 25 minutos hacia la ciudad. Llegamos a un almacén y compró en menos de 5 minutos 10 baterías y una cámara, que fue la primera cámara en Perú en utilizar tarjeta de memoria P2. Ni siquiera los canales internacionales usaban esa cámara. Por supuesto, por la osadía, esa cámara me fue asignada y la utilicé durante años.

Luego de aquel viaje, Genaro siempre guardó un especial cariño hacia mí. Aunque nunca pudimos tener una conversación igual de íntima, cada vez que nos cruzábamos me preguntaba por la familia o por la cobertura. Aunque siempre bromeaba: “Mejor me voy rápido porque ahorita me sacas una cámara”.

Sí, fue desleal con sus trabajadores. Muchos confiaron en su palabra y la pasaron muy mal: los hizo trabajar durante meses sin cobrar un sol. Yo fui uno de ellos. Pero hoy no guardo rencor, sino agradecimiento. Sus consejos me han servido infinitamente y su ejemplo, para no ser igual que él. Los caballeros honran sus deudas.

Sí, Genaro Delgado Parker es un personaje digno de una novela. Nos vemos el próximo martes, siempre por , salgo de comisión.

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